Por Antonio Miranda.
Existen
casos en la historia del arte que comulgan pacientemente con el anonimato y, al
tiempo, la exquisitez. Es el caso que nos ocupa, una dupla magnífica de músicos
que ya han colaborado en varias obras, también fuera del cine, y que garantizan
calidad sin duda ninguna. Lisa Gerrard se ha convertido en una obligación para
el amante del estudio meditado de cualquier creación y ahora nos ejemplifica
otro argumento con sencillez pasmosa.
The
insider inicia su andadura apartada de lo que será el resto de la obra. Luego
derivará en el asunto principal del argumento. La partitura acompaña, de forma
astuta y paralela, la presentación, indicando sutilmente un aire étnico cuando
es necesario pero sin el error de superar los matices comedidos como para que pensemos
en una situación de esta índole regional. A partir de aquí: instrumentación
sintetizada de motivos largos, extensos y situados en relación a la voz
inigualable de Lisa Gerrard. La música acompaña y describe sin otra función que
la tensión e intriga inicial. Una tarea simple y directa pero que los autores
nos ofrecen con elegancia y pausa.
Apenas
faltando unos minutos para cumplirse la mitad de la historia, Gerrard y Bourke
ofrecen un directo efecto modulador en los graves sintetizados al tiempo que el científico protagonista teme ser perseguido
en la noche, en su residencia, que demuestra su inyección de maestría sin
alardes y cómo, con algo tan sencillo (pero difícil de concebir y practicar),
pueden dar ellos mismos un giro a la secuencia y a la propia película. La
modulación es la variación en la posición del científico, que decide ya confiar
al periodista sus temores y conocimientos escondidos.
La
modulación comentada ha supuesto un inteligente paso al frente. El empujón
súbito da lugar al nacimiento del tema principal del filme (sin voz), de
momento con fuerza pero contenido. Nos encontramos ante una situación
emocionante para cualquier seguidor de Lisa Gerrard. Descubrimos, inmersas en
la trama, las notas de uno de los motivos musicales más grandiosos jamás
compuestos en la historia. Sus esbozos emocionan, como lo hacen al espectador
ignorante de tal circunstancia pero que, pronto a llegar, será golpeado
sentimentalmente como pocas veces lo fue.
Lisa Gerrard.
La
esposa de Jeffrey Wigand, el científico, es la proyección humana del inicio del
tema principal, el desasosiego y el trauma humano de toda esta situación. En
ella nace y con ella se desarrollará hasta alcanzar su plenitud en el instante
en el que su marido declara oficialmente. Esto supone un momento importante en
su vida, en el argumento. El dramatismo de la composición y la voz de Gerrard
son insuperables y, lamentablemente, entorpecidos por la mala decisión del
montaje final en el que el tema se inserta ya comenzado, algo así como pegado
cuando ya sus notas desarrollaban el contenido. Una pena y algo incomprensible
en la decisión, supuestamente profesional, de un realizador (en este caso,
Michael Mann). A los pocos minutos brota de nuevo, tal vez mejor ajustada. No
obstante, importante error al concebir tan inigualable tema para la imagen y,
en este caso, no al revés y ser capaz de adaptarse él a lo compuesto por la
artista, que mejoraría el conjunto habiendo usado la versión instrumental para
los instantes ahora mencionados.
La
trama avanza encontrándonos el tema principal reflejo de la tragedia personal
de Wigand y varios motivos compuestos por Graeme Revell (acertados, pero
visiblemente apartados del estilo Gerrard) y otro por Gustavo Santaolalla
(prescindible, sin duda). La parte final resulta el crecimiento último tanto en
composición como, definitivamente y por fortuna, en montaje. El aprovechamiento
de las tres últimas composiciones, a modo de canción y siempre descriptivas, es
importante. Entre ellas se encuentra Sacrifice, el tema principal (cantado
ahora por Lisa Gerrard) antes mencionado y que, finalmente, es usado sin cortes
ni rarezas. Una auténtica delicia que llega incluso, por su belleza innata, a
superar radicalmente a la imagen, pocas veces visto en la historia del cine.
Concluyendo,
un trabajo magnífico de los dos artistas que queda enmarañado por la presencia
de los otros dos comentados y, más aún, por la desafortunada toma de decisiones
en cuanto a montaje final del director. Mencionar, sin duda, el nacimiento en
esta obra de, como he dicho antes, una de las más grandes composiciones de la
historia de la música moderna.
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