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Los diez mejores directores japoneses.


1. Yasujiro Ozu (1903-1963).



2. Akira Kurosawa (1910-1998).



3. Mikio Naruse (1905-1969).



4. Kenji Mizoguchi (1898-1956).



5. Yôji Yamada (1931-     ).



6. Hiroshi Teshigahara (1927-2001).



7. Masaki Kobayashi (1916-1996).



8. Shohei Imamura (1926-2006).



9. Hayao Miyazaki (1941-     ).



10. Isao Takahata (1935-    ).

Harakiri (Seppuku, 1962) de Masaki Kobayashi.


Japón, siglo XVII. Un viejo y empobrecido samurái llamado Hanshiro Tsugumo (Tatsuya Nakadai), acude a la casa de su antiguo señor solicitando un lugar digno para suicidarse bajo el ritual seppuku (harakiri si utilizamos el término coloquial). Antes de llevar a cabo su cometido, el desconocido narrará los hechos que le han conducido a tan extrema situación. 


No me parece erróneo ni atrevido, afirmar que Seppuku es la obra maestra del director japonés Masaki Kobayashi (con permiso de la monumental La condición humana) y uno de los mejores filmes sobre samuráis jamás filmados. La película, que adapta magistralmente una novela de Yasuhiko Takiguchi, ha ejercido una notable influencia en cineastas posteriores como Yôji Yamada o Takashi Miike. De hecho, este último rodó recientemente un remake de la misma.

En Harakiri, Kobayashi plasma con crudeza la situación de desamparo e indigencia a la que se vieron abocados miles de guerreros tras el establecimiento del régimen Tokugawa en 1603. Bajo la férrea y centralizada autoridad de este shogunato, el cual se mantuvo en el poder hasta la Restauración Meiji de 1868, Japón entró en un período de paz que puso fin a las intestinas luchas de los señores de la guerra y en el que ya no tenía cabida un elemento belicista como el que representaba la clase samurái.


El realizador también critica la excesiva rigidez y la huera vanidad del código ético del bushido. Su mundo ha quedado relegado a la condición de mero componente tradicional y decorativo dentro de la sociedad nipona, de ahí su interés en preservar lo único que queda del mismo: la apariencia.

El autor de El más allá, espléndido narrador, utiliza de manera brillante el recurso del flashback; introduciendo progresivamente la información que hará que el relato vaya ganando en tensión e interés, hasta desembocar en la inevitable y desigual confrontación final. Cada una de las secuencias parece planificada al milímetro, con una ejemplar puesta en escena en la que destacan la cuidada composición de planos y los medidos movimientos de cámara. 

Es cierto que Tatsuya Nakadai carece de la fiereza interpretativa y el carisma de un Toshiro Mifune, por ejemplo, pero su trabajo aquí como el hastiado guerrero que busca venganza merece ser reconocido.


Seppuku es, en definitiva, una de esas piezas indispensables que conforman la extraordinaria cinematografía del país del sol naciente. Para no perdérsela.  

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