“El
cine es un medio, un instrumento para hablar de aquello que hace que el arte
tenga sentido: el ser humano”.
(Carlos
Vermut)
Luis
(Luis Bermejo), profesor de literatura en paro, quiere cumplir el último deseo de
su hija Alicia (Lucía Pollán), de doce años y enferma de cáncer. Ese deseo no
es otro que el de conseguir el vestido de Magical Girl Yukiko, la protagonista
de una serie animada japonesa.
En
una de las mejores secuencias de Magical
Girl, Concha de Oro a la Mejor película y Concha de Plata al Mejor director
durante el pasado Festival de Cine de San Sebastián, uno de sus personajes dice
que España está en permanente conflicto debido a que aún no ha resuelto si
se trata de un país racional o un país emocional, siendo las corridas de toros la
máxima expresión de esa irresoluble lucha entre la razón y el instinto. Pues
bien, esa misma confrontación se da en el interior de cada uno de los tres
personajes principales de la película: Luis (Luis Bermejo), Bárbara (Bárbara Lennie) y Damián
(José Sacristán).
Magical Girl
constituye un turbador thriller
dramático con trazos de humor negro que engarza los destinos de los tres
personajes mencionados con anterioridad. Luis es un profesor al que los recortes
del gobierno en materia de educación han condenado al paro. Vive junto con su
hija enferma malvendiendo parte de su biblioteca en una librería que compra libros
al peso. Su amor por ella lo convierte en un tipo capaz de cualquier cosa con
tal de verla feliz. Bárbara, por su parte, es una joven que padece algún tipo
de desorden mental no especificado. Está casada con un prestigioso psiquiatra que se empeña en
cuidarla para que no recaiga en su dolencia. Por último, tenemos a Damián,
maestro retirado con un oscuro pasado que lo vincula a Bárbara. Tras el
prólogo, la cinta se estructura en tres capítulos (Mundo, Demonio, Carne), correspondiendo el peso dramático
de cada uno de ellos a uno de los tres personajes en liza. La caligrafía
narrativa puede pecar de caprichosa (Vermut “adorna” con la superposición de
tiempos una trama bastante lineal en realidad), pero hay que reconocer que está
muy bien trenzada. El ritmo es pausado, con preponderancia de planos fijos (la
cámara apenas se mueve), aunque en ningún momento decae. El relato va ganando en
interés con el transcurso de los minutos. Vermut muestra un exquisito gusto por
el encuadre, además de saber utilizar la música con un sentido marcadamente narrativo (ojo a
la importancia de la canción La niña de
fuego, de Manolo Caracol, para entender la enigmática relación existente
entre Damián y Bárbara).
Uno
de los aspectos más destacables del filme, es la ambigüedad moral que caracteriza
a sus personajes, que no son ni buenos ni malos, sino simplemente humanos en su
compleja construcción. Espléndidas interpretaciones del trío protagonista, con
mención especial para un soberbio José Sacristán.
Extraña,
misteriosa, singular. Magical Girl
supone uno de los mejores ejercicios cinematográficos del cine español de los
últimos años.
De las mejores películas españolas que he visto últimamente, una historia de dominación. A este autor hay que seguirle la pista. Me quedo con su "frikismo" y, por supuesto, con su sentido del humor. 'Diamond Flash' me pareció excelente también. Hacía tiempo que ninguna película me sorprendía tanto como esta.
ResponderEliminarUn saludo.
Hola, Germán:
EliminarCoincido contigo en que el componente "friki" le da un toque muy personal al cine de Vermut. Un cineasta a seguir, sin duda.
Un saludo.
Hacía bastante tiempo que no veía una película que me gutara tanto teniendo en cuenta las expectativas que tenía puestas en ella. Todo es maravilloso: una puesta en escena sobria, unos encuadres perfectos, interpretaciones magistrales (todas), y además me ha encantado la canción de Manolo Caracol. Sobresaliente. Muy impactante.
ResponderEliminarSaludos.
Pase que una película sea lenta. Pase que cueste entender las motivaciones de los personajes. Pase que un 50% de las secuencias terminen cuando el espectador esperaría que se nos mostrara lo que viene después (que fácil es el fundido en negro). Pase que los actores parezcan todos invitados de piedra a una fiesta que no aciertan a comprender. Pero ya me cuesta más de pasar de la pretenciosidad. Por aquí sí que no paso.
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