“Al fin y al cabo,
somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”.
(Eduardo
Galeano)
Aydin
(Haluk Bilginer), antiguo actor de teatro, regenta un pequeño hotel ubicado en
la Capadocia junto con su esposa, Nihal (Melisa Sözen), y su hermana divorciada,
Necla (Demet Akbag).
El
cineasta turco Nuri Bilge Ceylan se alzó con la Palma de Oro en el pasado
Festival de Cannes gracias a esta película de más de tres horas de duración inspirada
en tres historias cortas del escritor ruso Antón Chéjov. Sueño de invierno constituye un denso ejercicio de introspección
humanista, en el que unos personajes infelices van desnudando sus emociones de
manera progresiva impulsados por el contacto continuado al que les obliga su
aislamiento en un marco natural de rigurosas condiciones climáticas.
Básicamente,
el filme, punteado en ocasiones por el Andantino
de la Sonata en La mayor D. 959 de
Franz Schubert, se estructura a través de las largas, interminables
conversaciones que mantienen los diferentes personajes del relato en el
interior del hotel. Teniendo en cuenta lo escaso de la trama (no ocurre nada
relevante), su metraje resulta a todas luces desmedido, mientras que su contenido,
machaconamente discursivo, abusa de los diálogos en detrimento de la imagen. Creo
que el guión de Nuri Bilge Ceylan y su mujer, Ebru Ceylan, con interesantes
reflexiones en torno a la condición humana, funcionaría perfectamente sobre las
tablas de un teatro; pero dudo que lo haga como obra estrictamente cinematográfica.
La teatral puesta en escena del turco, redundante en interiores y de claras
reminiscencias chejovianas, tampoco ayuda demasiado al ya de por sí estático libreto.
Son muchos los temas que se tocan (las diferencias de clase, el rencor, la
madurez, el vacío existencial, la soledad, el orgullo…), pero en ninguno de
ellos se ahonda con la profundidad necesaria. Por otra parte, en el plano
técnico y visual, no encontramos hallazgo alguno más allá de la hermosa dirección
de fotografía de Gökhan Tiryaki. Una lástima que el autor de Lejano (Uzak, 2002), cuyos trabajos anteriores destacaban principalmente por
su exquisito tratamiento estético, no haya sabido aprovechar la belleza
prístina que le proporcionaba el paisaje de la Capadocia.
Permítanme
que concluya mi reseña aludiendo (otra vez) a Antón Chéjov, quien consideraba
que las obras de arte se dividían en dos categorías: las que le gustaban y las
que no. Pues bien, yo incluyo a Kis
uykusu entre las que no me gustan. Una gran decepción.
Bueno bueno, y la pregunta sería: ¿por qué si lo que hace Ceylan lo hace Bergman le ponemos 5 estrellas? A mí sí me gustó la película, aunque coincido contigo, Ricardo, en lo desmedido del metraje (el último "episodio" no debería existir: habría sido mucho mejor que el protagonista huyera a la capital y la película terminara, con un final abierto).
ResponderEliminarHola, Josep:
EliminarLas comparaciones son siempre odiosas, sobre todo si se establecen con Ingmar Bergman, de largo el mejor guionista de la historia del cine. De todos modos, seguro que has visto que no le doy cinco estrellas a todas las películas del maestro sueco. Ceylan tiene mucho talento, pero aquí ha pecado de subordinar la imagen a la palabra, cosa que no había hecho con anterioridad.
Me alegra verte nuevamente por aquí.
Un saludo.