Por Antonio Miranda.
‘’Hemos llegado’’, pronuncia el
doctor. Comienza la música de Carpenter. Maravillosa sensación. El Mal está
aquí, no lo vemos, lo escuchamos y su presencia ya nos aterra.
Hay momentos o circunstancias que
procuran otorgar la facilidad al genio artístico para encumbrar sus dotes antes
que nadie y por encima del resto. John Carpenter es uno de ellos. No hablo como
cineasta, cuyo sector no pretendo tocar ni es mi escena, y sí como compositor
de música de cine. Admirable. Halloween ejemplifica a la perfección el
camino bien reconocible que tomó el artista desde sus comienzos y durante la
mayoría de sus creaciones. Partituras sintetizadas en extremo con la
identificable presencia, siempre principal, del piano. Bases rítmicas muy
típicas de su identidad que machacan hasta la extenuación la historia e imagen
que acompañan y la llevan al punto donde ellas pretenden. Carpenter es capaz de
componer una historia con una sola secuencia de ritmos.
No
es fácil admitir esta categoría de maestro de la música de cine en el
compositor americano, lo admito. Sus influencias (presentes en todo artista),
la sencillez de los temas que compone, el minimalismo electrónico empleado con
una tecnología rudimentaria…En fin, numerosas barreras que le impiden ser
considerado como tal pero que, para un servidor, indudablemente, lo es.
Analicemos
el tema principal de Halloween. Los créditos iniciales lo presentan; poco
más tarde sonará por segunda vez, dramático y poderoso, tras las palabras del
doctor. Cuatro notas base alrededor de las cuales baila la música, ninguna más.
Las usará en la primera escena, importantísima, sin los arreglos, algo más
trabajadas que la simpleza del efecto con el que acompaña el transcurrir de
dicha secuencia (si os dais cuenta no suena música, no suenan dos teclas
pulsadas en el sintetizador. No escuchamos nada, aunque suene; vemos y oímos el
filo del cuchillo ya desde exactamente el apagado de luces en la habitación de
los jóvenes; ahí comienzan a sonar las asfixiantes dos notas mantenidas durante
minutos y que serán no menos importantes que los temas más reconocibles y
melódicos). Las antes mencionadas tres inician el trabajo al consumar su
macabra intención el enmascarado y joven personaje. Es el comienzo.
John
Carpenter es un maestro reclamando atenciones; la trama va sucediendo de forma
tranquila, pausas continuas o acciones ralentizadas con las apariciones del
personaje. El compositor/director tiene la ventaja de ser ambas cosas y narra
de forma habilísima, con estas dos cualidades,
la cuerda central que va uniendo sucesos con intelecto. La música,
alternando el tema principal (que se identifica con Michael Myers) con los
secundarios (que acompañan los momentos de acción pausada), se hace el
referente de la parte inicial del metraje y siempre, siempre, nos lleva al lado
oscuro y reflexivo del argumento. Las secuencias son sencillas grabaciones; la
música, de la misma forma, roza la simpleza. Todo unido alcanza un nivel
altísimo de intención y continuará casi simétricamente en la segunda parte de
la obra.
John Carpenter.
Michael
Myers mata y respira y ambas cosas las ejecuta pacientemente; sus jadeos tras
la máscara complementarían una acción trepidante de fuerza y energía. Pero no,
Myers asesina esperando el momento y apenas inquietando su respiración. La
escuchamos como efecto de sonido y ella y la música son los dos matices, a
priori secundarios, que alejan al espectador de la simpleza aparente de unos
sucesos en cadena que poco más que lo que se ve podríamos llegar a pensar que
son. Halloween y Michael Myers van más allá y John Carpenter nos lo hace
ver con estos dos apuntes tan elementales como sensatos y estudiados. Y muestra
de este razonado hacer lo vemos en algún pequeño pero interesante ejemplo:
Myers aparece durante todo el metraje pero es al iniciarse la persecución final
de Laurie en la casa de su amiga cuando más directo y frontal se nos muestra.
Carpenter lo matiza con el piano y se inicia una pequeña y nueva melodía que en
ningún momento había usado antes. Magistral. Surgirán entonces ligeros arreglos
originales hasta silenciar y, por fin, encumbrar a Michael Myers eternamente en
la historia del cine y la música componiendo su ausencia con el tema principal.
Concluyendo,
un trabajo exquisito de un genio incomprendido; el minimalismo filosófico y
casi hiriente de la música de Halloween puede ser ignorado o admirado.
Quien esto escribe se queda con la segunda opción y comprende la fuerte
influencia de este trabajo en la composición moderna para cine.
Yo no puedo escuchar esta pieza sin sentir que alguien está detrás de mí.
ResponderEliminarSaludos.