Accattone (ídem, 1961) de Pier Paolo Pasolini.

“Yo devoro mi existencia con un apetito insaciable. Cómo terminará todo esto, lo ignoro”.
(Pier Paolo Pasolini)

El joven Accattone (Franco Citti) es un proxeneta que vive de las mujeres con las que convive, a las que obliga a prostituirse mientras él se pasa el día en las tabernas emborrachándose con sus amigotes.


Hay en el primer Pasolini, el más valioso en mi opinión, una mezcla de realismo, poesía y trascendencia que lo hacen único e irrepetible. Accattone, crudo retrato de los suburbios romanos en clave neorrealista, supuso su debut tras las cámaras. Hasta ese momento, el intelectual italiano había destacado como ensayista (Sobre la poesía dialectal, La poesía popular italiana, Poesía dialectal del siglo XX, Antología de la poesía popular), poeta (La mejor juventud, Las cenizas de Gramsci, La religión de mi tiempo) y novelista (Muchachos de la calle, Una vida violenta, Mujeres de Roma), mostrando su querencia por la ideología comunista al mismo tiempo que arremetía contra el marxismo oficial y la iglesia católica.


En un sobrio blanco y negro espléndidamente fotografiado por Tonino Delli Colli, el autor de Mamma Roma muestra las miserias de una parte de la sociedad italiana que todavía permanecía anclada en la posguerra. En ese contexto de pobreza, marginalidad, desempleo, analfabetismo y delincuencia, el personaje de Accattone se erige como un rebelde, ruin y machista, que se niega a trabajar para obtener su subsistencia. Prefiere someter a sus parejas, a las que maltrata y obliga a ejercer la prostitución cada noche. Es un tipo despreciable, sin duda, pero Pasolini consigue que empaticemos con él, aunque sólo sea en parte. A fin de cuentas, no deja de ser un pobre diablo. Una víctima más de un mundo injusto que no tiene piedad de los de su clase; condenados de antemano a robar, a delinquir o, en el mejor de los casos, a convertirse en los esclavos de otros a cambio de un salario irrisorio. Resulta paradójico, a la vez que hermoso, que el director envuelva esta dura historia de chulos y putas con la celestial música de La pasión según San Mateo, de Johann Sebastian Bach, cuyas notas acompañan a Accattone en su particular “pasión” por los deprimidos suburbios de una ciudad, Roma, en la que no todo era dolce vita.


Franco Citti, uno de los actores fetiche del cineasta italiano, a quien algunos recordarán por sus breves apariciones en El padrino y El padrino III, de Francis Ford Coppola, realiza una interpretación que sorprende por su naturalidad. Nadie diría que tiene una cámara ante él.

¿Mi secuencia favorita de la película? El sueño donde Accattone asiste a su propio funeral, presagio claro de una muerte próxima.


5 comentarios:

  1. Para mí, la mejor película de Pasolini. Y te lo dice un "pasoliniano" convencido.

    Un saludo

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    1. Hola, Alpino:
      No sé si la mejor, pero una de las tres mejores, sin duda.

      Un saludo.

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  2. Sin duda una película irrepetible, aunque lo cierto es que la filmografía de Pasolini no tiene desperdicio. Saludos.

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    1. Hola, ricard:
      Bueno, cierto "desperdicio" sí que hay en "Saló" :)

      Un saludo.

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  3. Uno de los grandes logros del cineasta junto con "Teorema" y "Mamma Roma". Estas dos últimas también valen para un par de reseñas :)

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