A consecuencia del divorcio de sus padres, Koichi (Koki Maeda) y
Ryunosuke (Ohshirô Maeda), hermanos de unos doce y diez años respectivamente,
se ven obligados a vivir separados. Un día, Koichi escucha en el colegio que si uno
observa cómo se cruzan dos trenes de alta velocidad, se produce un milagro.
Desde ese momento, hará todo lo posible por contemplar el acontecimiento y ver
así cumplido el sueño de reunir nuevamente a su familia.
Entrañable, ingenua y deliciosa fábula infantil sobre el mundo de los
deseos y sobre la posibilidad de que estos se hagan realidad.
Película tras película, Hirokazu Koreeda sigue consolidándose como uno
de los cineastas más interesantes y personales de la cinematografía nipona
actual. Su serenidad narrativa, su gusto por el melodrama familiar, su sabia
resignación vital y su desprecio hacia la estética hueca lo sitúan como el
alumno aventajado del gran Yasujiro Ozu.
En Kiseki, el autor de Nadie Sabe nos presenta la sencilla historia
de una familia, entre tantas otras de la actualidad, desintegrada debido la
separación de los cónyuges. En estos casos y como suele decirse, no sin razón,
son los hijos quienes más sufren, sobre todo si, como en la obra que nos
ocupa, estos son pequeños.
Koichi vive junto con su madre y sus abuelos en la ciudad de Fukuoka,
mientras que Ryunosuke lo hace con su padre, un músico algo bohemio, en
Kagoshima. Cada uno de ellos ha respondido de manera diferente a la ruptura: el
hermano mayor parece triste y cabizbajo; el pequeño, por su parte, siempre
porta una sonrisa. Que Koreeda exponga a ambos ante situaciones similares
(las idas y venidas del colegio, las reuniones con los amigos, la vida en
casa…), le sirve precisamente para enfatizar sus diferencias. Dos escenas oníricas
resultarán clave para entender el porqué de ambas actitudes: en el sueño de
Koichi, su familia disfruta de un feliz picnic en el campo; en el de Ryunosuke,
en cambio, asistimos a una fuerte discusión. Esa visión opuesta de la
convivencia familiar lo explica todo.
Del filme, al que se le debe achacar cierta redundancia de motivos y una
duración excesiva, me quedo con su bonita moraleja: lo verdaderamente
importante no es que nuestros sueños se cumplan, sino todo lo que hacemos en el
camino que nos conduce a ellos. Que finalmente los alcancemos o no, es lo de
menos.
Hola Ricardo,
ResponderEliminarcoincidimos en la valoración de la película y casi, casi en la entrada.
Si Koreeda tiene películas estupendas tal y como están, como serían si las acortara un poco de su larga duración. Algunas quedarían redondas.
Un saludo
Hola, C. Noodles:
EliminarLa verdad es que lo de Kore-eda y la excesiva duración de sus películas comienza a ser un problema. No obstante, creo que se trata de un defecto que se puede hacer extensible a buena parte del cine actual. Hoy en día, cualquier filme con ciertas pretensiones no baja de las dos horas de duración. Aquellos tiempos de obras maestras de setenta u ochenta minutos han pasado a mejor vida :)
Un saludo y gracias por dejar tu comentario.