“El psicoanálisis es el
cubismo de la medicina”.
(Pío
Baroja)
Londres,
finales del siglo XIX. El doctor John Pritchard (Eric Porter) se hace
responsable de Anna (Angharad Rees), una joven que parece haber heredado los
impulsos criminales de su padre, el tristemente célebre asesino en serie Jack
el Destripador.
Durante
la etapa de decadencia de la Hammer, iniciada a principios de los años setenta,
se filmaron, cual paradoja, algunos de los títulos más sofisticados y (argumentalmente)
atrevidos de la mítica productora británica. Tal es el caso de Capitán Kronos, cazador de vampiros (Captain Kronos - Vampire Hunter, 1974),
de Brian Clemens; la obra maestra bizarre
El Dr. Jekyll y su hermana Hyde (Dr Jekyll & Sister Hyde, 1971, de
Roy Ward Baker; o el filme que ahora nos ocupa, una peculiar incursión en la
figura de Jack el Destripador desde la perspectiva de su atormentada hija,
quien, por imposición traumático infantil o sobrenatural, ha heredado las pulsiones
criminales de su progenitor.
La
película se abre con un breve y estupendo prólogo que resultará clave en el desarrollo
ulterior de la trama. En él vemos a Jack el Destripador siendo perseguido, de
madrugada, por un grupo de ciudadanos enfurecidos. La niebla envuelve las callejuelas
del barrio londinense de Whitechapel, en el que se ha cometido un nuevo y
truculento crimen. El asesino corre y se refugia en su domicilio, donde le
esperan su mujer y su hija, una niña de apenas tres o cuatro años de edad. La
presencia de sangre en sus manos lo delata ante su esposa, a la que acuchilla
brutalmente en presencia de la pequeña Anna. Unos años más tarde, la protagonista,
ya convertida en una mujercita, es utilizada por una falsa médium en sesiones de
espiritismo a las que asiste la alta sociedad. Es precisamente en una de esas
sesiones, y tras cometer su primer asesinato, cuando Anna entra en contacto con el
doctor Pritchard, psiquiatra partidario de las por entonces novedosas teorías
del psicoanálisis de Sigmund Freud. El objetivo del doctor no es otro que el de
estudiar a Anna y tratar de explicar el porqué de sus impulsos homicidas, en
lugar de juzgarla y condenarla por ellos. Todo el filme gira en torno a la
oposición entre ciencia y parapsicología, y a los intentos de la primera por asumir
y racionalizar la segunda. Sin embargo,
uno de los grandes aciertos de Hands of
the Ripper, es que en ningún momento se decanta ni por una ni por otra,
manteniendo siempre una ejemplar ambigüedad. ¿Mata Anna debido a su trauma
infantil o porque en verdad está poseída por el espíritu (por la manos
asesinas) de su monstruoso padre?
La
cinta posee una impecable factura visual made
in Hammer, destacando la conseguida ambientación de época y la fotografía
con filtros de niebla de Kenneth Talbot. Subrayar, además, la excelente
interpretación de Eric Porter.
Hola Ricardo. Llevo varias semanas leyendo artículos de tu blog y me parece que haces un gran trabajo, así que mi más sincera enhorabuena. Si no te importa, comentaré siempre que tenga algo que aportar o que quiera saber tu opinión sobre algún tema en concreto. ¡Saludos y sigue así!
ResponderEliminarBienvenido, Gonzalo. Será un placer leerte por aquí cada vez que quieras.
EliminarUn saludo.