“Cuanto más planifique
el hombre su proceder, más fácil le será a la casualidad encontrarle”.
(Friedrich
Dürrenmatt)
Cansados
de mantener su relación en secreto, Julien Tavernier (Maurice Ronet), un ex
paracaidista de la guerra de Indochina, y Florence Carala (Jeanne Moreau), la
esposa de un poderoso empresario, planifican el asesinato de éste de forma que
parezca un suicidio.
El
realizador francés Louis Malle, debutó en el cine de ficción (previamente había
codirigido un documental sobre el mundo marino junto a Jacques-Yves Cousteau) con esta obra
maestra de prodigiosa precisión narrativa, adaptación de una novela barata de
Nöel Calef, que mezcla con suma habilidad el suspense y el romance en una trama
alambicada, propia del cine negro y repleta de paradojas, y que anticipa gracias
a su tratamiento naturalista algunas de las constantes visuales que
caracterizarían a la incipiente Nouvelle
vague. La película se alzó con el Premio Louis Delluc al mejor filme
francés del año.
Ascenseur pour
l'échafaud se abre con un primerísimo primer plano que poco a poco se va
abriendo del bello rostro de Florence, quien habla por teléfono con su amante, el
atractivo Julien. Ambos, tras profesarse apasionadamente amor mutuo, se
disponen a ejecutar el plan que con minuciosidad han preparado. Dicho plan (atención,
spoiler) se irá al traste por culpa
de un ERROR, el olvido por parte de Julien de la cuerda utilizada para subir
desde su oficina hasta la de Simon Carala (Jean Wall), su jefe y marido de
Florence, lo que hará que tenga que regresar al edificio después del asesinato
y se quede atrapado en el interior del ascensor, y una CASUALIDAD, la del
encuentro de Julien con Véronique (Yori Bertin), la joven dependienta de la
floristería situada frente a las oficinas de Carala, y Louis (Georges
Poujouly), el novio de ésta, un delincuente de poca monta que decide
robarle el coche. A partir de ese error y esa casualidad, la trama de la
película se bifurca en tres líneas de exposición que se mostrarán de manera
paralela: la de Julien, que hará todo lo posible por salir del ascensor, un
espacio cerrado y claustrofóbico que puede recordar a la celda del teniente
Fontaine en Un condenado a muerte se ha
escapado (Un condamné à mort s'est échappé
ou Le vent souffle où il veut, 1956), de Robert
Bresson; la de Florence, que en un ejercicio de introspectiva y poética
decepción amorosa recorre durante la noche las calles y bares de París en busca
de su amado; y la de Véronique y Louis, quienes tras robar el coche de Julien, salen de la ciudad y se hospedan un motel de las afueras en el que coinciden con
una pareja de turistas alemanes. La intervención del comisario de policía Cherrier
(Lino Ventura), hará que las tres líneas de la trama, desarrollada durante un fin de semana, terminen convergiendo.
Uno
de los elementos más recordados del filme que nos ocupa, es la extraordinaria, hermosísima banda sonora a cargo del músico estadounidense de jazz Miles Davis. Al parecer,
Davis la compuso mientras improvisaba viendo la película en el interior de un
estudio parisino de grabación junto a su banda. Malle hace un uso muy puntual
de la música a lo largo del metraje, utilizándola tanto en un sentido extradiegético
como diegético.
La
película sirvió, además, para convertir a Jeanne Moreau en una rutilante estrella del
cine europeo. Una Jeanne Moreau que mantuvo un idilio con el director coincidiendo con el rodaje.
Estimado Ricardo: Una vez más coincido con tu valoración de una película. Reconozco que la primera vez que la ví la consideré una más del montón, pero a partir de un segundo visionado descubrí todas las virtudes de la misma que tan bien destacas en tu comentario. Sin duda estamos en una película con una gran influencia del mago del suspendo (Hitchcock) lo cual no le quita nada de mérito a su debutante director. Felicitaciones una vez más por tu blog.
ResponderEliminarHola Marcos,
EliminarA mí me parece un debut impresionante. Prácticamente perfecto. Una película adelantada a su tiempo.
Un saludo.