“Anoche
soñé que volvía a Manderley…”
Un
año después del fallecimiento de su esposa Rebeca, Maxim De Winter (Laurence Olivier),
caballero perteneciente a la alta aristocracia inglesa, conoce en un hotel de Montecarlo
a una humilde joven (Joan Fontaine), dama de compañía de una rica señora
estadounidense, de la que queda prendado y con la que decide contraer
matrimonio. Ambos se van a vivir a Inglaterra, a la mansión de Manderley,
propiedad de Maxim, donde la siniestra señora Danvers (Judith Anderson), la ama
de llaves del lugar, parece empeñada en mantener vivo el recuerdo la anterior
señora De Winter.
Rebeca,
adaptación de la novela homónima de Daphne du Maurier publicada en 1938, supuso
el debut de Alfred Hitchcock en Estados Unidos después de que la industria
cinematográfica británica se le quedase pequeña. El férreo control ejercido por
parte del poderoso productor David O. Selznick, que venía de arrasar con Lo que el viento se llevó (Gone with the Wind, 1939), impidió al
cineasta limar los excesos melodramáticos (más evidentes hoy que entonces) del
texto original de du Maurier, lo que hizo que el autor de Psicosis no quedase demasiado satisfecho con el resultado final: “No es una película de Hitchcock. Es una
especie de cuento y la misma historia pertenece a finales del siglo XIX. Era
una historia bastante pasada de moda, de un estilo anticuado. En aquella época
había muchas escritoras; no es que esté en contra de ellas, pero Rebeca es una
historia a la que le falta sentido del humor”. (El cine según Hitchcock, François Truffaut). Pese a ello, el filme
se alzó con el Óscar a la Mejor película (también consiguió el de Mejor
fotografía en blanco y negro para Georges Barnes por su increíble trabajo), lo
que abrió de par en par las puertas de Hollywood al realizador inglés.
Podríamos
definir a Rebeca como un melodrama
gótico heredero de la literatura romántica de las hermanas Brontë. La imponente
Manderley, antecesora en muchos aspectos del Xanadú de Ciudadano Kane (Citizen Kane,
1941), recuerda bastante al Thornfield de Jane
Eyre. Asimismo, de igual modo que el personaje del señor Rochester en la
novela de Charlotte Brontë, Maxim De Winter (Ronald Colman rechazó el papel que
finalmente encarnaría Laurence Olivier), de personalidad menos interesante que
la del citado, también oculta un misterio relacionado con su anterior esposa
que le reconcome por dentro. Una compungida Joan Fontaine (en ningún momento se
alude al nombre de su personaje), debe hacer frente a la alargada sombra de su antecesora:
la bella y sofisticada Rebeca. Hasta el compositor Franz Waxman desliza unas
notas musicales determinadas para subrayar su presencia invisible cada vez que alguien
pronuncia su nombre o se refiere a ella. Este es, bajo mi punto de vista, el
mayor logro de la obra que nos ocupa: el de convertir a un personaje ausente en
su principal protagonista. Y luego está la señora Danvers, una inmensa Judith
Anderson que se comporta con la nueva señora De Winter como lo hacen las
malvadas madrastras de los cuentos tradicionales. Su maravilloso personaje apenas
puede ocultar un trastornado sentimiento lésbico/amoroso hacia la fallecida Rebeca,
a la que siempre se refiere en términos de admiración. Por supuesto que nada de
esto habría funcionado sin la exquisita atmósfera de misterio que Hitchcock y
su director de fotografía impregnan al conjunto.
Como
dato curioso, señalar que antes de la filmación de la película, se grabó una
adaptación radiofónica de la obra de du Maurier con Orson Welles y Margaret
Sullavan en los roles principales. ¿Se imaginan ustedes lo que hubiese sido de Rebeca si Orson Welles hubiera
interpretado a Maxim de Winter en lugar del soso Laurence Olivier? Pues sí, seguramente
estaríamos ante una incontestable obra maestra.
¿Laurence Olivier soso? Mmmmmm, no lo es para mí, por lo menos en esta película. No veo a Welles en su lugar. Olivier está tan guapo que tira de espaldas. Una película tan romántica coma 'Rebecca' le va como anillo al dedo (y Welles es demasiado carnal).
ResponderEliminarHola, Josep:
EliminarEn esta película lo veo frío y soso. No sé, no me termina de convencer.
Un saludo.
El inicio del film con la famosa frase "anoche soné que volvía a Manderley" propicia una atmósfera onírica que le sienta muy bien al relato. Saludos.
ResponderEliminarHola, ricard:
EliminarEse inicio, acompañado de la música de Waxman, es mítico. Qué bien se trabajaba con las maquetas en el Hollywood clásico.
Un saludo.
Gran película y muy buena sipnosis. Precisamente acabo de reseñar la novela de Daphne de Maurier en la que se inspira en mi blog
ResponderEliminarSaludos!
https://viviendomilvidas.wordpress.com/2015/07/13/rebeca-la-novela-de-daphne-du-maurier-que-inspiro-a-hitchcock/#more-385
Hola, Rosa.
EliminarYa me he pasado por tu interesante blog.
Un saludo.