Mark Lewis (Carl Boehm) es un joven camarógrafo aspirante a director, que sufre escoptofilia y asesina a mujeres filmando sus truculentos actos con una cámara.
Terrorífico, turbador y brillante filme que en su época cosechó un rotundo fracaso tanto de crítica como de público, por mostrar la violencia (nunca explícita) de forma subjetiva, implicando directamente al espectador a modo de testigo/autor de las crudelísimas acciones realizadas por su protagonista. Lo que explica, en parte, el rechazo que llegó a causar en su momento.
El paso del tiempo le ha otorgado la categoría de clásico indiscutible de su género, reconociéndole un carácter innovador que se refleja en la influencia que ha ejercido sobre otras películas desde entonces (véanse, por ejemplo, la nefasta Tesis [1996] de Alejandro Amenábar o Blow-up [1966] de Michelangelo Antonioni).
Estrenada el mismo año que Psicosis (Psycho, 1960), la cinta guarda algunos paralelismos con la misma, especialmente en lo referido al carácter atormentado, retraído y tímido de su personaje principal. No obstante, si la perturbación que sufría Norman Bates en el filme de Hitchcock tenía su origen en el carácter autoritario de su madre, tal desequilibrio es aquí, fruto de los experimentos que el padre de Mark llevó a cabo durante la infancia de este, al utilizarlo como asustadiza cobaya de laboratorio.
Tanto en el estudio psicólogico del padre como en las filmaciones de su hijo, el objetivo es plasmar, ya sea en papel o en celuloide, las reacciones del individuo ante el miedo y las circunstancias que lo provocan. Si Guy de Maupassant se preguntaba en uno de sus más célebres relatos (El miedo) acerca de la naturaleza de tan poderosa emoción, Powell y el protagonista de su película, lo que hacen es centrarse en sus terribles consecuencias. Y para ello nada mejor que hacer un lúcido uso del punto de vista subjetivo de la cámara que hubiera firmado el mismísimo Hitchcock. Una prueba de lo que suscribo, es la magistral secuencia que abre el filme, y que convierte a quien la visiona en morboso e incómodo voyeur.
Peeping Tom supone, además, una interesante cavilación sobre la creación cinematográfica (Mark está filmando su propia película) que analiza y cuestiona tanto a la figura del creador (director) de la obra, como a la personas que la disfrutan (el público); y que muestra al cine como la manifestación artística más eficiente y realista a la hora de presentar las emociones humanas.
Completamente de acuerdo en todo y especialmente, en lo "nefasta" que me resulta a mí también Tesis.
ResponderEliminarSaludos.
Hola, María:
ResponderEliminarA mí es que todo lo que ha hecho Amenábar me parece nefasto en mayor o menor medida, pero bueno, mientras él se lo siga creyendo...
Un saludo y gracias por comentar.
"Peeping Tom" puede funcionar como película "de tesis", pero nada más. Que es una reflexión sobre el voyeurismo y el propio acto de filmar y todo lo que le queramos añadir, pues vale. Ahora bien, la película tiene problemas evidentes de guión y de ritmo (para nada funciona como thriller, ni tampoco como película de terror, ni de suspense), y los personajes son falsamente complejos (o sea, tampoco funciona como película psicológica), amén de que las interpretaciones son sobreactuadas y no te crees nada. Solo salvaría la secuencia inicial (que tú, Ricardo, justamente destacas), muy buena. La actriz que interpreta a la chica (Anna Massey) --aquí mal dirigida, y que no se entiende que no esté perturbada, teniendo la madre que tiene, ciega y dándole siempre a la bebida-- me lleva a 'Frenesí', de Hitchcock, que, ésta sí, no tiene desperdicio. No dudo de que la película haya sido influyente, pero tantas otras obras de arte lo fueron y el tiempo las ha situado en su justo lugar (más bien bajo); quiero decir que el valor de una obra, me parece a mí, no se mide por su influencia (esto es más bien anecdótico).
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