“Quiero que la película
empiece al salir del cine”.
(Jacques
Tati)
Un
grupo de turistas norteamericanas que realiza un tour
por Europa, llega a París para pasar un día. En su visita a la capital
francesa, se toparán en más de una ocasión con Monsieur Hulot (Jacques Tati), quien parece tener una cita
importante en un gran edificio de oficinas.
Playtime
supone el punto culminante en la carrera del actor y director Jacques Tati, y
una de las cimas de la cinematografía francesa de todos los tiempos. Cuesta
encontrar otra película (yo, al menos, no la conozco) con una puesta en escena que
resulte tan minuciosa, cerebral, moderna e inventiva como la que nos ocupa. Con
Playtime, además de una obra maestra
del humor satírico, Tati consigue crear un mundo propio (ese París gris y modernista de
enormes edificios de acero acristalados donde los monumentos históricos no
parecen más que el reflejo de una época pasada que a casi nadie interesa) que
en poco se parece a nada de lo que en cine se haya hecho antes o después del
autor de Mi tío. El filme, la
producción más costosa del cine francés hasta ese momento (se construyó una
auténtica ciudad, conocida como “Tativille”, situada al aire libre en las
afueras de París en la que se utilizaron alrededor de 50.000 metros cúbicos de
hormigón, 4.000 metros cúbicos de plástico, 3.200 metros cuadrados de armazón
de madera y 1.200 metros cuadrados de cristales), fue rodado en 70 milímetros.
A
lo largo de Playtime, Tati juega de
manera brillante con el espacio cinematográfico (la profundidad de campo, las
relaciones entre el interior y el exterior, la perspectiva, la composición de planos
generales plagados de personajes o la tramposa correspondencia entre el sonido
de un objeto y su ubicación exacta). La película se estructura básicamente en
seis largas secuencias: la inicial en la sala de espera del aeropuerto de Orly;
la del edificio acristalado de oficinas al que Hulot acude (presumiblemente) en
busca de trabajo; la de la sala de exposición de novedades para el hogar; la de
los “apartamentos-escaparate” donde reside un antiguo conocido de Hulot; la del
restaurante de lujo que abarca la práctica totalidad de la segunda mitad del
metraje; y la del “tiovivo” motorizado de automóviles en torno a una glorieta
ya al final. Aunque la trama (la cual no existe como tal) se desarrolla en
París, sólo vemos las construcciones más emblemáticas de la ciudad (la Torre
Eiffel, el Arco del Triunfo, la Basílica del Sagrado Corazón, el Obelisco de
Lúxor…) a través de borrosos reflejos en las puertas de cristal de edificios
modernos. Con ello, el objetivo de Tati no es otro que criticar el proceso de
uniformización arquitectónica al que se ven sometidas las grandes capitales del
mundo, que renuncian a su identidad histórica en su avance hacia la modernidad.
Esa uniformidad espacial se traslada también a la conducta de los ciudadanos,
que parecen autómatas en sus calculadas normas de comportamiento social. Sólo
Hulot rompe con esa monotonía. A costa, eso sí, de una difícil integración en su
entorno.
En
relación a la secuencia (especialmente relevante dada su extensa duración) del
club nocturno, el Royal Garden, que
decide abrir sus puertas al público a pesar de que las obras para su
remodelación aún no han finalizado, señalar que se trata de una ininterrumpida,
progresiva y divertidísima sucesión de gags que conducen al caos. Y allí donde
hay caos o desorden siempre aparece Hulot, aunque en este caso no sea él el
único causante del mismo. Una arquitectura poco funcional y las convenciones de
la élite social, vuelven a constituir aquí el principal objetivo de los ataques
del cómico francés. La secuencia, medida hasta el más mínimo detalle, posee un
inigualable crescendo humorístico que
desemboca en un clima de anarquía material y social que hubiesen firmado los mismísimos
hermanos Marx. Hilarante de principio a fin.
Una obra adelantada a cualquier tiempo, de la que algunos han dicho que ha quedado desfasada, cuando en realidad es totalmente atemporal por única, intransferible e inteligente. Y creo que, sin ninguna duda, la película más brillante del genial francés. Continuando con tu playtime cinematográfico, yo me quedo con Ser o no ser. Saludos.
ResponderEliminarMuy al estilo de Chaplin (Tiempos Modernos) pero con sabor europeo. Esto es a lo que hemos llegado tras 3,000 años de civilizacion? Humor inteligente y con clase.
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