Por Antonio Miranda.
Cualquier
aficionado al cine, antes de comenzar esta aventura, tiene frente así la
posibilidad de prestar aguda atención a lo que es el ejemplo indiscutible de
narración musical. James Horner despliega en la partitura de ‘’Enemigo a las
puertas’’ unos quince primeros minutos, continuados y sin pausa, tan exquisitos
como ricos en detalles, recursos y dominio de tiempo y situación. Desde la sincronización
temporal, fijada en explosiones o acciones (como el intento del protagonista
por coger un fusil), hasta el empleo de instrumentos y voces asociadas,
fundamentalmente, a la desgracia como concepto, el artista tiene toda la
confianza del director que, astutamente, deposita en él un elemento crucial
para el atrevido inicio que ha compuesto. Magnífico trabajo de un Horner
narrativamente pletórico.
Jean-Jacques
Annaud, director francés con el que nuestro artista colaboró para dar vida
(entre otras) a la excelente partitura de ‘’El nombre de la rosa’’, nos
presenta ahora esta producción bélica de gran presupuesto, cuidada y de visión
dramática intensa. Ambos nos han inyectado vertiginosamente la historia desde
el primer segundo; ahora, a continuación, silencio. A los pocos minutos, un
detalle que al amante de la música de cine enfervoriza absolutamente: Vasili
Záitsev (ya adulto, en mitad de la contienda) apunta a un alemán, tal cual hizo
de niño, al inicio de la película, con un lobo. La secuencia es ‘’la misma’’ y
la música, cómo no, también. Es un detalle con el que el músico nos devuelve al
inicio de la historia, cuando el sentimentalismo conseguido por la dupla
director-compositor fue elevadísimo. Algo nos quieren decir: la guerra existe,
mas la historia personal del joven, también. A continuación, la narración que
el compositor hace de los cinco disparos (coincidiendo explosión, disparo y
partitura) es sencilla, directa y ejemplar. La cantidad de detalles
músico-narrativos que contiene este primer cuarto, como vemos, es asombrosa y
una invitación casi lasciva para estudiar el filme desde la música.
La
parte central de la aventura transcurre con una calidad notable y el compositor
se acomoda en un apoyo sutil que rodea de tensión la lucha, cuerpo a cuerpo,
entre Vasili y el mayor König, un francotirador alemán enviado para acabar con
la vida del joven. Horner abandona los coros iniciales (la muchedumbre civil ya
no es la protagonista) y la orquestación grandilocuente (las batallas masivas
han terminado). No podría ser de otra forma y el artista se tensiona, como los
dos soldados, pero desde la tranquilidad que también ellos deben tener en cada
enfrentamiento. Ninguna exageración; vacío de sensación fuerte. Se inicia el
grupo central de acontecimientos y el músico los empuja con dos minutos
magníficos. Todo buen seguidor del cine tendría que sentir inquietud por, al
menos, conocerlos; cualquier principiante en composición cinematográfica
debería estudiarlos. Horner traslada la tensión dramática hacia el
sentimentalismo, nunca hacia el horror de la guerra. Versiona el tema
principal, incluso unos segundos, los iniciales, nos los presenta únicamente
con la base de cuerdas de ese tema, sin los instrumentos solistas, y por último
introduce unas notas de inquietud (que recuerdan gratamente a su ‘’Aliens’’) que
nos llevan directamente a la lucha dual.
Esta
parte principal de la obra mantiene encomiablemente el necesario equilibrio
descriptivo del enfrentamiento de los francotiradores y, al tiempo, nos
transmite con ánimo un paso adelante del compositor, refiriéndose a la historia
de amor. Así llega al final y en él se adentra espectacularmente mediante un
enlace ejemplar, iniciado con la pieza más bella del tema de amor y el éxtasis
guerrero final, todo sutilmente, sin ninguna parafernalia que pudiera estropear
el paso del romanticismo al horror. Y este paso, sin duda, se produce: quietud,
tranquilidad e inteligencia. No es fácil. Ya en el desenlace (dividido
inteligentemente en dos partes y dejando la lucha dual de los dos hombres para
el final), los coros vuelven, reflejo de la muchedumbre que escapa. Horner
dibuja la conclusión. Llega a ella con un nivel narrativo y dramático altísimo
y su tema principal, pausadamente violento, eleva la conclusión a un nivel
sentimental que sólo la música puede conseguir.
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