“Ninguno hay tan bajo
que no pueda esperar venganza de otro mayor”.
(Séneca)
Suecia,
siglo XIV. Como cada Viernes Santo, la hermosa Karin (Birgitta Pettersson), hija
del rey Töre (Max von Sydow) y aún doncella, es enviada a la iglesia para que deposite unos
cirios como ofrenda a la Virgen. En su camino, la joven atraviesa un bosque donde
se encuentra con tres pastores de aviesas intenciones.
Basada
en una balada medieval que explica el origen de la construcción de una iglesia,
El manantial de la doncella
constituye uno de los trabajos menos personales de Ingmar Bergman (el guión ni
siquiera es suyo). Ello, sin embargo, no debe impedirnos apreciar sus notables
cualidades cinematográficas. El filme ganó el Óscar a la Mejor película de
habla no inglesa, además del Globo de Oro y de la Espiga de Oro en la Seminci de Valladolid de
1961, consolidándose así el prestigio internacional de su autor.
La
película, cuya acción se desarrolla a lo largo de un solo día (de mañana a
mañana), puede estructurarse en tres partes: una primera en la que se plantea
la premisa argumental y se presenta a los personajes principales; una segunda
en la que tiene lugar la violación y el posterior asesinato de Karin a manos de
los pastores; y una tercera que se inicia cuando los asesinos solicitan
hospedaje en las propiedades del rey Töre para pasar la noche, y en la que
éste, una vez descubierto el crimen de su hija, llevará a cabo su implacable venganza.
Toda la trama de El manantial de la
doncella se articula en base a elementos que se contraponen: el
cristianismo frente a la pervivencia de los cultos paganos; lo bucólico del
paisaje natural frente a la brutalidad de las acciones humanas; la virtud de
Karin (rubia y de piel blanca) frente a vulgaridad de la bastarda Ingeri (morena y de tez oscura);
el carácter atormentado de Märeta, la reina, frente al más despreocupado de su
marido, el rey; la candidez de Karin frente a la malicia de los pastores, etc.
Aunque el guión no sea de Bergman, muchos de sus temas están en esta película, preludio de su etapa más severa: los miedos atávicos, el complejo de culpa, el silencio de Dios (aunque aquí dé señales de vida en forma de manantial). .
ResponderEliminarWes Craven la reversionó en su ópera prima "La última casa a la izquierda".
Un saludo.
Estoy de acuerdo. El guión no es suyo pero comparte algunas de sus inquietudes. En cualquier caso, a mí me gusta más esa etapa más "severa" que señalas.
EliminarUn saludo.