Por Antonio Miranda.
Traemos
a Esculpiendo el Tiempo al incomparable genio estadounidense de la música de
cine ahora que, recientemente, ha sido reconocido por el Instituto de cine
americano (AFI), premio por vez primera en 44 años otorgado a alguien no
director ni actor. Al margen de la calidad o clasificación de los filmes en los
que ha participado (a juicio de cada uno), su obra queda registrada ya sin duda
ninguna entre las obligadas dentro del Arte de todos los tiempos.
Inicio
arrollador, en la partitura que tratamos, sutil, delicado y con una curiosa
aplicación: el niño protagonista, bajo una gran interpretación, nos introduce
de lleno en su naturaleza fílmica de máquina que el músico, con gran maestría,
es capaz de atacar para devolver la humanidad al robot (que, precisamente, es
lo que buscará durante toda su aventura) gracias a una colección de momentos
narrativos deliciosos que culminan, de forma sorprendente, con la declaración
de amor de la madre en la que Williams presenta, por vez primera, la melodía
inigualable del tema principal de esta obra. Un inicio de historia sólo al
alcance de un genio como él. Imaginar los quehaceres de la familia durante los
primeros instantes de la película sin las notas de la partitura es, realmente,
difícil. El ejemplo más claro, y que representa la forma de componer de todo
este inicio, es la secuencia en la que la madre, a punto de irse con su marido,
regresa junto a David, el niño robot, y le enseña el juguete del osito Teddy
que su hijo, con problemas de salud, usaba a menudo. La escena, musicalmente
hablando, es de una belleza plástica y calidad compositiva extraordinarias.
Cómo John Williams modula y crea sensaciones distintas un segundo sí, otro
también, cambiantes sin descanso y unidas todas sin grietas, resulta de un
asombro particularísimo, siempre propio del ‘’Maestro’’. Secuencia, sin duda ninguna,
a estudiar por cualquier compositor, seguidor o amante del cine o la música.
Ejemplar y única, pese a pasar, seguramente, desapercibida.
La
estructura formal de todo el cuerpo de la composición sigue le línea comentada,
absolutamente convirtiendo ‘’Inteligencia artificial’’ en una narración sutil
de las más elegantes de la carrera del artista y, al tiempo, de las menos
valoradas, seguramente debido a esta forma de planteamiento mediante conceptos
para nada comerciales, siempre melódicamente complejos y con un solo tema
principal, hermosísimo, puntualmente empleado y con un significado
importantísimo que, al tiempo, se lo ofrece también al resto de la, muchas
veces, olvidada obra de John Williams para esta producción futurista de Steven
Spielberg. La parte final, comenzada desde la llegada de David a la devastada
Manhattan, mantiene una ejemplar medida de situaciones, aportando una
simplificada narración a momentos aparentemente importantes y fácilmente
elaborables mediante fragmentos sinfónicos y llamativos. No es así y Williams
contiene todo, dueño del argumento, para los instantes finales, rebosantes
(mediante la ya aparición directa del tema principal) de una belleza poco
alcanzable en la historia de la música de cine. El desenlace del filme (tantas
veces criticado pero, sin duda, elemento fundamental en la obra, como bien
podemos darnos cuenta al escuchar detalladamente su composición musical), con
la melodía principal ya presente en todo momento, contiene una explosión de
emociones asombrosa. Y siempre, repetimos, mediante la elegancia y la sutileza,
nunca desbordada ni exagerada, de la música. Ligeras referencias (en la parte
final coral) a la música que Stanley Kubrick (fundamental en la concepción del
proyecto) empleó del compositor György Ligeti en su ‘’2001’’.
Esta es una de mis películas favoritas, incluida su parte final. Sin duda no sería tan emocionante sin la música de Williams.
ResponderEliminarSaludos.
En efecto, Ricard. A. I. realmente es una maravilla a la que Williams otorga unas emociones insuperables.
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