The Fighter (ídem, 2010) de David O. Russell.

Dicky Eklund (Christian Bale) es un ex boxeador conocido fundamentalmente por haber derribado en un combate al mítico Sugar Ray Leonard. Con los años se ha convertido en un drogodependiente que entrena a su hermano menor Micky (Mark Wahlberg) con el objetivo de convertirlo en un gran púgil.


Resulta evidente que la industria de Hollywood siempre se ha sentido atraída por el mundo del boxeo; ámbito sórdido y asociado a la marginalidad en el que las historias dramáticas y de autosuperación emergen con suma facilidad.

A la memoria de cualquier cinéfilo se asoman clásicos como El ídolo de barro (Champion, 1949) o Más dura será la caída (The Harder They Fall, 1956), ambas de Mark Robson; filmes populares como Rocky (ídem, 1976) de John G. Avildsen y la mediocre saga que generó; cintas fallidas como Ali (ídem, 2001) de Michael Mann; estimables como Cinderella Man (ídem, 2005) de Ron Howard o simplemente memorables como Toro salvaje (Raging Bull, 1980) de Martin Scorsese, Cuerpo y alma (Body and Soul, 1947) de Robert Rossen o Million Dollar Baby (ídem, 2004) de Clint Eastwood.

Ahora nos llega The Fighter, una película menor basada en hechos reales que sorprendentemente ha sido muy bien acogida por buena parte de la crítica norteamericana, y en la que lo único verdaderamente reseñable es la soberbia interpretación de Christian Bale.


El guión no acaba de convencer en su somero tránsito por diversos subgéneros como el drama pugilístico, el familiar, el carcelario o el social vinculado a la problemática de la adicción a las drogas. Tanto en la descripción de personajes como en la exposición de relaciones y situaciones que afrontan, se atiene a clichés y tópicos resobados, conduciéndonos por escenarios demasiado comunes y rutinarios en este tipo de historias. Incluso peca de indeciso a la hora de decidirse por un protagonista principal que asuma el peso del relato, lo que le obliga a seguir el periplo vital de los dos hermanos cayendo en paralelismos simplones con los que se intenta dotar de una mayor carga dramática al vínculo emocional que los une.

En su objetivo de parecer más realista, ya que como se ha dicho se basa en acontecimientos reales, la cinta busca acercarse en determinados momentos al documental (véanse las declaraciones de los hermanos, tanto en el prólogo como en el epílogo, dirigidas directamente a la cámara de unos periodistas que realizan un reportaje sobre Dicky), presentando las secuencias de combates como si de retransmisiones televisivas se tratasen.


Bale se muestra sublime en su caracterización de yonki pirado, encontrando excelentes réplicas en las interpretaciones de Amy Adams y Melissa Leo. El que no está a la altura del trabajo de sus compañeros de reparto es el soso e insípido Wahlberg.

A favor del filme cabe señalar su impecable realización técnica y su buen ritmo, que al menos lo convierte en un producto entretenido aunque carezca de la fuerza y la emotividad necesarias.

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