En la zona de los Cárpatos ucranianos, Iván (I. Dzyura/Ivan Mikolajchuk) y Marichka (V. Glyanko/Larisa Kadochnikova) se enamoran durante su infancia a pesar de pertenecer a familias enemigas. La muerte de ésta no impedirá que su recuerdo siga permaneciendo vivo en la memoria de su enamorado.
De los directores verdaderamente grandes de la historia del cine, Sergei Paradjanov probablemente sea el más desconocido de todos. Su obra, tras desvincularse del realismo socialista de sus primeras producciones, se embarcó en la búsqueda de un lenguaje renovador y profundamente artístico que quedó huérfano tras su muerte, apareciendo como uno de los caminos más fascinantes y complejos por los que haya transitado el Séptimo Arte.
Sombras de antepasados olvidados, también conocida como Los corceles de fuego, constituye el filme más accesible y convencional (siempre que nos olvidemos, claro está, de sus primeros trabajos, a los que el propio Paradjanov calificó como basura) de su autor, sin resultar por ello inferior a sus posteriores obras. De hecho, la película posee la frescura y el atrevimiento del genio que se sabe iniciador de algo nuevo, lo que la hace aún más valiosa. Particularmente es la que prefiero de su escueta filmografía, aunque no dudo en considerar El color de la granada (Sayat Nova, 1968) como su logro más importante.
Cuesta encontrar una película que iguale la riqueza plástica y poética de la presente; un bellísimo cuento de amor y muerte que remite en su premisa al Romeo y Julieta de Shakespeare, y al que ningún comentario puede hacer justicia.
Paradjanov estructura la narración en distintos episodios en los que se suceden estaciones y estados de ánimo, y en los que va perfilando su puesta en escena caracterizada por el minimalismo (todavía embrionario), el folclore y los contrastes cromáticos. Resulta acertada la decisión de filmar en blanco y negro el episodio de La soledad, en el que Iván desciende al infierno de la pérdida del ser amado y de cuya degradación y tormento interior sabemos a partir de los testimonios de gentes que se cruzan en su camino a modo de narradores testigos.
La cámara es libre y móvil (abundan las secuencias filmadas con cámara en mano), muy alejada del estatismo que definirá a las posteriores obras del director armenio.
El filme está plagado de simbolismo, con claras referencias a los escritos bíblicos (véanse el árbol y la mordedura de la manzana que preceden a la relación carnal entre Iván y Palagna) mezclándose el cristianismo primitivo con las tradiciones paganas.
No hay mejor manera de cerrar el comentario que haciendo alusión a una frase en la que Jean-Luc Godard se refería al cine de Paradjanov: "En el templo del cine hay imágenes, luz y realidad. Paradjanov es el principal guardián de ese templo."
Véte preparando, porque un día de estos te asaltaré (en serio), iré cargado de cafeína y con la mente despierta (si no me traiciona a última hora) y te obligaré a que veamos esta obra del señor "Paranoioff" (con todos mis respetos, ya sabes que lo digo en broma) o la de Stalker, del amigo Tarkovski, que le tengo curiosidad.
ResponderEliminarPor cierto, me mola la foto de tu perfil. ¡Mira qué tipo más interesante! Olé Rick!
Estimado Felipe,
ResponderEliminarYa sabes que eso está hecho, pues sigo empeñado en reconducirte por los senderos del verdadero y buen cine. Me alegra que te hayas vuelto a pasar por mi solitario rincón cinéfilo. Con respecto a la foto de mi perfil, mejor no hago comentarios... Un abrazo, amigo.
Al fin pude conseguirla... la veo y te platico como me fue :) salduos.
ResponderEliminarHola, me podrias pasar el link donde la has conseguido? Pues aun no tuve esa suerte, gracias!!! Clara
EliminarHola, Clara:
ResponderEliminarhttp://scalisto.blogspot.com.es/2010/01/sergei-paradjanov-tini-zabutykh-predkiv.html
Espero que la disfrutes.
Un saludo.
Gracias!
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