Deseos humanos (Human Desire, 1954) de Fritz Lang.


Tras combatir en la Guerra de Corea, Jeff Warren (Glenn Ford) vuelve a su antiguo empleo de maquinista ferroviario. A su misma compañía pertenece Carl Buckley (Broderick Crawford), quien al perder su puesto de trabajo, pide a su atractiva esposa Vicki (Gloria Grahame) que interceda por él ante un pez gordo con el que la joven mantuvo una relación años atrás. Lo que Carl no imagina, es que Vicki tendrá que mantener relaciones sexuales con su antiguo amante para lograr su propósito. Una vez enterado de lo que realmente ha sucedido, Carl, acompañado de su mujer, asesina al viejo ricachón en el interior de un tren. Casualmente, en ese mismo tren viaja Jeff, que al toparse con Vicki  se queda prendado de ella.


Este extraordinario y oscuro melodrama, adaptación de una novela de Émile Zola que ya había sido llevada al cine por Jean Renoir en La bestia humana (La bête humaine, 1938), supone uno de los títulos más sórdidos y brillantes de la carrera del cineasta austríaco, quien muestra, una vez más, su pesimista concepción de la naturaleza humana.

Lang se vale de una compleja trama para relatarnos magistralmente una historia de deseo, sexo, celos, posesión, mentiras y asesinatos; y lo hace trabajando nuevamente con la pareja de protagonistas que tan buenos frutos le había dado en la anterior Los sobornados.


Al inicio de la película, el director plasma a través del personaje de Warren, la sensación de desarraigo que invade a todos aquellos combatientes que han permanecido fuera de casa durante años. Sus existencias se detuvieron en el mismo momento en el que partieron, situación de la que sólo toman verdadera conciencia cuando regresan y ven cómo han evolucionado las vidas de los demás. A pesar de todo, Warren se siente feliz de poder volver a su antigua ocupación y de residir como inquilino en la casa de un viejo amigo cuya hija, una niña cuando se marchó, es ahora una preciosa mujer que le profesa admiración. “Sólo quiero trabajar, pescar y, de vez en cuando, ir alguna noche al cine”. Estas son las únicas aspiraciones de nuestro honrado protagonista; sin embargo, todo cambia para él cuando conoce a Vicki, mujer fatal y víctima (de su marido) a la vez, que lo enredará en una telaraña de medias verdades con el objetivo de que acabe con la vida de su esposo.

El autor de La mujer del cuadro, haciendo gala de su maestría en la captación de atmósferas turbias, maneja de forma admirable unos espacios casi siempre reducidos y claustrofóbicos (los pasillos y compartimentos del tren, el bar, las distintas habitaciones…), en los que los personajes se atormentan y debaten en torno a sus inconfesables pulsiones. También utiliza metáforas visuales, como las imágenes de vías de tren que se cruzan (destinos entrecruzados) o la entrada en oscuros túneles, anticipando de este modo lo que le va a acontecer a Warren.


Espléndidas composiciones del trío principal, y una lograda y expresionista fotografía en blanco y negro, son otros puntos a destacar en esta convincente e inolvidable obra maestra. 

2 comentarios:

  1. Amén a tu recomendación y calificación hermano. PELICULON inapelable.

    Te reto a un poker sobre la obra de Lang, ahí van mis 5 favoritas:
    LOS SOBORNADOS
    MIENTRAS NY DUERME
    LA MUJER DEL CUADRO
    DESEOS HUMANOS
    PERVERSIDAD
    ;) hay que echarle... para dejar fuera Metrópolis, M, Mabuse, Furia, El sindicato y tantas otras genialidades ¿eh?

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  2. Hola, camarada:
    Ok, vamos con mi poker del maestro:
    - M
    - PERVERSIDAD
    - LOS SOBORNADOS
    - DESEOS HUMANOS
    - EL TIGRE DE ESNAPUR/LA TUMBA INDIA
    Coincidimos en tres de cinco, no está nada mal, ¿eh? :). Yo también soy más partidario de su etapa norteamericana que de su etapa alemana. "Metrópolis" me encanta, pero hay que reconocer que no ha envejecido del todo bien.
    Un abrazo.

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