Por Antonio Miranda.
‘’Ha ocurrido algo…;
desgraciadamente, el acontecimiento devastador que imaginé es realidad; alguien
ha muerto’’.
Tantas otras perversidades o
desgracias podríamos imaginar escuchando esta barbarie dramática; cualquier
pensamiento hostil y pesimista quedaría aplastado por la fuerza y el poder que
Wojciech Kilar dio, en 1992, a esta composición absoluta, un dramatismo
romántico que necesita ser escudriñado y estudiado y disfrutar de él.
Wojciech Kilar.
‘’Mi
vida, en el mejor de los casos, es miseria’’. Un inicio ligeramente caótico y
poco creíble al espectador es rescatado por esta gran sentencia del Conde, el
gran prólogo literario y la música del compositor, que anuncia ya, desde el
albor y con su magnífica marcha trágica, la figura apoteósica del protagonista.
Estos comienzos titubeantes de la película quedan enmarcados por dicho prólogo
y la escena de la fiesta de la alta sociedad a la que pertenece la novia
deseada por el Conde. Ambos momentos son tratados por Kilar de forma brillante,
el primero dejando claro lo que pretende y hasta dónde llega con la partitura y
el segundo, sutil, ensoñador y lírico. Me detendré brevemente en él (es fácil
percibir los matices y querencias del compositor en el resto de la película ya
que resultan tan poderosos y directos que esto les hace visibles rápidamente);
magnífico, toque maestro, una genialidad pensada dentro del lirismo y el barroco
del filme y cuya mayor estampa artística y filosófica, personalmente, encuentro
en esta escena (la de la fiesta). Manejada por el artista y su música,
queriendo el director filmar esas imágenes al tiempo que dijera: ‘’vedlas, he
ahí el farsante mundo real, poneos a su nivel y sed mortales, pero no
conseguiréis nada haciéndolo; escuchad la música y sólo pensad en el verdadero
mundo al que ella os lleva’’. Ese mundo
es el que Kilar refleja componiendo una música nada acorde con la imagen de
esos minutos, una escena genialmente configurada por director y compositor en
la que la música no refleja, en absoluto, lo que se ve, y sí lo que hay más
allá: Drácula (cuyo semblante devastador aparece al final de la escena).
Drácula no es un ser, ni un rostro ni un misterio; la composición para esta
parte del metraje alcanzará el éxtasis incluyéndola de forma casi imposible, a
ritmo distinto que el resto de notas, cuando Lucy, amiga de la novia deseada
por el Conde, es vampirizada; Kilar empasta magistralmente la música creando
tres bloques que suenan al tiempo y describen distintas cosas: la
orquesta y los coros (idea filosófica del amor y la muerte), las trompas, con
golpes secos y fuertes, trepidantes (Drácula) y la melodía usada en la escena
de la fiesta (a ritmo desigual y reflejando cómo la idea de vida, aparecida en
aquella fiesta, es ahora conducida hasta
la idea de muerte).
Drácula
lo es, es muerte, delirio, romanticismo clásico y una concepción mortal de la
vida. Kilar lo concibe memorablemente, golpeando y haciéndolo sin tapujos ni
adornos extra-musicales que difuminen su poder como dador de muerte a través de
la música. Es excepcional: a la media hora de metraje y tras describir y narrar
como nadie la escena de las vampiresas tentando al huésped, Wojciech Kilar deja
concebida la partitura y marca su eterna presencia en la música de cine con
solamente tres escenas principales: el prólogo, la escena de la fiesta y esta
última nombrada. Asombroso. Y aún estaba por llegar la romántica composición de
los encuentros entre la novia y el Conde en los que llega a rozar los
tranquilos ambientes herrmanianos, únicos en la música del séptimo arte (con
este tema de amor se ejemplifica la sobresaliente capacidad narrativa del
músico polaco; la escena en la que novia y Conde recuerdan y empiezan a
desearse, incluso acariciarse, es inmediatamente seguida por el intento de
huida del castillo del prometido de aquella. Ambas escenas son enlazadas
hábilmente por el mismo tema musical, sin interrupciones, que se inicia en la
primera y concluye en la segunda).
El
último tercio de la película mantiene el ritmo narrativo de la obra pero, ante
todo, basado en imágenes y argumento. La música va desapareciendo hasta llegar
al fragmento más pobre de la composición: la persecución y llegada al castillo.
Kilar describe de forma poco elaborada estos momentos y baja el umbral maestro
de toda su obra de manera sorprendente.
En
conclusión, un Requiem moderno como composición musical. Aquí tenemos un
ejemplo, a mi entender, concebido para el arte del cine de manera inigualable e
incrementado como obra absoluta, aislada y maestra escuchada fuera de la
pantalla y asociando su idea como reflejo del carácter monstruoso, mortífero y
romántico de Drácula.
Personalmente la considero una de mis bandas sonoras favoritas. El tema de amor de Drácula y Mina es bellísimo.
ResponderEliminarLo es, Ricarco, a la altura de los grandes y recordados temas de la música de cine de toda la historia. Una banda sonora de un trabajo minucioso. Exquisita.
EliminarEnhorabuena por la reseña de las bandas sonoras cinematográficas, muy interesantes y exhaustivas, por cierto. Espero leer una reseña dedicada a Vangelis, por "Blade Runner".
ResponderEliminarMuchas gracias Lumiére!!!! Apuntada queda tu propuesta y la pongo en la lista de reseñas a incluir.
EliminarPara mi la mejor banda sonora de todos los tiempos. Lo que hace J.Kilar es increible, inmejorable!, toca todos los palos y todos bien, desde lo ma siniestro y oscuro hasta lo romantico, triste y nostalgico poetico. Aunque no es original del todo, tiene influencias. El tema principal por ejemplo, el del comienzo del film, The Beginning, esta copiado del tema mas conocido de "Horror of Dracula" del 58, la de la Hammer. Es muy parecido, mas lento eso si, pero similar . Bueno es normal , tambien la soberbia actuacion de Gary Oldaman le debe mucho a la de Bela Lugosi, los movimientos de las manos,esa lentitud fantasmal y teatral, sobretodo cuando hace del vampiro anciano en el castillo. Y el propio Coppola copia de muchos films como Nosferatu, el citado Dracula de Lee o la Bella y la Bestia de Cocteau.
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