“Quédate
siempre conmigo, toma cualquier forma, ¡vuélveme loco! ¡Pero por favor!, no me
dejes en este abismo en donde no puedo hallarte”. (Heathcliff)
En medio de una tormenta de nieve, un forastero (Miles Mander) llega a la
finca de Cumbres borrascosas, en donde vive el amargado y autoritario
Heathcliff (Laurence Olivier). El ama de llaves del lugar (Flora Robson), narrará
al desconocido la tempestuosa relación que su señor mantuvo en el pasado con la
ya fallecida Catherine (Merle Oberon).
A pesar de los más de setenta años transcurridos y del puñado de versiones
realizadas con posterioridad, el filme que nos ocupa sigue erigiéndose como la
más conseguida de las adaptaciones de la novela de Emily Brontë. Sin embargo, eso
no significa que estemos, ni mucho menos, ante una película redonda, ya que se
echa en falta mayor profundidad tanto en el tratamiento de la historia como en
la perfilación psicológica de los caracteres.
De lo que sí puede presumir la cinta de Wyler, es de una espléndida puesta
en escena en la que mucho tuvo que ver la impronta del gran director de
fotografía Gregg Toland. Al margen de esa impecable concepción formal, lo que
nos queda es un melodrama romántico ciertamente edulcorado, que no siempre está
a la altura del carácter febril y sombrío del texto de Brontë.
Tras el excelente prólogo de connotaciones sobrenaturales (Cumbres borrascosas empieza como si de
un relato de fantasmas se tratase), un largo flashback nos ilustra acerca de la agitada historia de amor entre
Catherine y Heathcliff; una historia que, desde la infancia, se verá marcada
por la diferencia de clases, el rencor, el odio y la venganza.
El filme respeta la esencia y buena parte de los pasajes de su homónimo
literario, aunque al intentar condensar estos en poco más de hora y media de
metraje, acaba por someter al espectador a una ininterrumpida concatenación de
situaciones que necesitarían de un desarrollo más extenso.
Laurence Olivier y Merle Oberon realizan un buen trabajo; no obstante,
por gran actor que fuese el británico, este carecía de la fiereza del
Heathcliff descrito en las páginas de la novela.
Adaptación excesivamente académica, en definitiva, pese a constituir el
acercamiento más interesante al que quizá sea el relato amoroso más pasional y
turbador de la literatura universal.