"¡Por un mundo nuevo de
dioses y monstruos!"
Después
de las terribles consecuencias que desencadenó la creación de la criatura
(Boris Karloff), sepultada ahora bajo los restos de un viejo molino quemado, el
doctor Frankenstein (Colin Clive), su creador, se encuentra reposando, aún en
estado de shock, en su hogar junto a
su mujer, Elizabeth (Valerie Hobson). Sin embargo, la llegada del siniestro
doctor Pretorius (Ernest Thesiger), otro científico obsesionado con crear vida,
lo sacará de su aislamiento, empujándolo nuevamente hacia sus viejos
experimentos.
- Absoluta libertad
creativa.
Filmes
como Drácula, de Tod Browning, o El doctor Frankenstein, del propio
Whale, ambos de 1931, constituyeron grandes éxitos de taquilla en un período de
prolongada depresión económica. Pareciera como si el cine de monstruos aflorase
siempre en tiempos de crisis. Lo que había sucedido años atrás en la Alemania
posterior al Tratado de Versalles, se daba ahora en Estados Unidos tras el Crac
del 29. Viendo la gallina de los huevos de oro, el jefe de producción de los
estudios Universal, Carl Laemmle Jr., propuso a Whale la realización de una
secuela de su película de 1931. Éste, en un principio, se negó rotundamente,
aduciendo que quería hacer otro tipo de trabajos alejados del género
fantástico. Sin embargo, la insistencia de Laemmle, que ofreció al director
inglés un mayor presupuesto que en la película precedente y una libertad
creativa absoluta, terminó por convencer a Whale, que acabaría alumbrando su
gran obra maestra.
- Emulando la reunión del
Lago de Ginebra.
En
mayo de 1816, Mary Shelley, su esposo, el poeta Percy Shelley, su hermanastra, Claire
Clairmont, Lord Byron y el médico y secretario de éste, John William Polidori,
se reunieron en la Villa Diodati, muy próxima al Lago de Ginebra, para pasar
unos días. Este episodio fue recreado por el director español Gonzalo Suárez en
su interesantísima Remando al viento,
1988. Allí, entre interminables charlas nocturnas y lecturas de todo tipo, el
autor de Las peregrinaciones de Childe
Harold planteó a los demás la idea de que cada uno de ellos escribiera una
historia sobrenatural. Mary Shelley decidió escribir Frankenstein o el Moderno Prometeo, su primera novela, que se
publicaría en 1818. Pues bien, en el prólogo de La novia de Frankenstein, uno de los momentos esenciales de la
película, aparecen los personajes de Mary Shelley (Elsa Lanchester), Percy
Shelley (Douglas Walton) y Lord Byron (Gavin Gordon), que se encuentran reunidos
en torno a una chimenea, mientras el exterior es sacudido por una furibunda
tormenta. Byron, delante de un ventanal, muestra su sorpresa por el hecho de
que una fémina tan delicada y temerosa como Shelley, ésta dice que tiene miedo
a las tormentas, haya escrito una historia tan espeluznante como Frankenstein. El
poeta rememora entonces algunas escenas del primer filme. A continuación,
Shelley revela tanto a él como a su marido que su relato aún no ha concluido,
iniciando una narración que une el final de la primera película con el
principio de la segunda. Simplemente magistral.
- El doctor Pretorius.
Si
hay un personaje en Bride of Frankenstein
que marca las diferencias con respecto al primer filme, ese no es otro que el del
doctor Pretorius, al que interpreta de manera brillante el actor británico Ernest
Thesiger, con quien Whale ya había trabajado unos años antes en El caserón de las sombras (The Old Dark House, 1932). Es el
Mefistófeles de la película, el diablo que incita a Henry Frankenstein a volver
al lado oscuro. Se trata de un tipo siniestro, divertido, blasfemo, afeminado y
ateo. Capaz de cualquier cosa con tal de llevar a buen término sus experimentos
sobre la creación de vida. Su presentación en la película, envuelto en sombras
bajo el marco de una puerta, sería homenajeada décadas más tarde por William
Friedkin en El exorcista (The Exorcist, 1973), cuando el padre
Merrin (Max von Sydow) visita por vez
primera la casa de la endemoniada Regan (Linda Blair). La escena en la que Pretorius
muestra a Henry sus diminutas creaciones encerradas en frascos de cristal, es
una de las más recordadas de la obra que nos ocupa. En ella sorprende lo logrados
que están los efectos especiales para la época.
- Una comedia negra.
Pese
a lo que pueda parecer, La novia de
Frankenstein no es una cinta de terror al uso, sino más bien una comedia
negra en la línea de la citada El caserón
de las sombras o algunos momentos de El
hombre invisible (The Invisible Man,
1933). Hay mucho humor negro, mucha ironía, mucha sátira y mucha mala baba en
sus apenas setenta y cinco minutos de metraje. Se nota que Whale gozó aquí de
una libertad que no tuvo en la primera parte (El doctor Frankenstein resultaba demasiado seria para ser una de
sus obras). A ningún otro director se le hubiese ocurrido la idea de meter en
una película de terror a la chillona de Una O´Connor, o a personajes tan
caricaturescos como el del burgomaestre del pueblo. Esa mezcla de parodia y
horror es una de las marcas de la casa del gran James Whale.
- Entre el bien y el mal.
¿El
hombre es bueno por naturaleza como afirmaba Rousseau, o, por el contrario, es un
lobo para el propio hombre como defendía Hobbes? En Bride of Frankenstein, al igual que en la novela de Shelley, se
plantean diversas cuestiones morales acerca de las ideas del bien y del mal.
¿Es el monstruo un ser malvado o una simple víctima? ¿Cuál es su tendencia
natural? ¿Acaso sus actos no vienen determinados por las reacciones que su
espantoso aspecto causa en los demás? Hay en el filme una secuencia bellísima,
conmovedora. Me refiero al primer encuentro en el bosque entre la criatura y el
ermitaño ciego, mientras éste toca al violín las notas del Ave María de Schubert. Es la única vez en toda la película que el
monstruo, huérfano, abandonado y apaleado, recibe un trato humano. Nunca más
volverá a sentir nada parecido, ni siquiera cuando creen a su compañera, que lo
rechazará de inmediato.
- La novia.
No
podemos finalizar el comentario sin aludir a la novia, interpretada también
por Elsa Lanchester. Las
hábiles manos del maestro Jack Pierce, que debió inspirarse en el busto de
Nefertiti, crearon un verdadero icono dentro del género. ¿Quién no ha visto ese
look en cualquier fiesta de disfraces
de Halloween? A día de hoy, su
vigencia estética permanece invariable. Su creación da lugar al clímax final de
la obra, reforzado por la genial partitura de Franz Waxman. Qué momento memorable
cuando la novia, tras un primerísimo plano de sus ojos ya descubiertos de
vendas, comienza a desplazarse con dificultad, a mirar a su alrededor, ayudada
por Frankenstein y Pretorius, que ejercen de improvisadas matronas y tratan de
que no pierda el equilibrio. Sin duda, una de las cumbres del cine fantástico.
En definitiva, en
términos de estilo, originalidad creativa y conjugación de todos y cada uno de
los elementos que conforman un ejercicio fílmico, desde el guión hasta la
puesta en escena, pasando por la
fotografía, el trabajo de los actores o la música, podemos afirmar que La novia de Frankenstein es una de las
mejores películas de todos los tiempos. Y recuerden, ¡está viva!