Texto de Antonio Miranda.
Partitura no original
empleada con gran acierto estructural durante la obra del director griego
Yorgos Lanthimos en la cual, muy en relación con la ideología formal e
intelectual del filme, se plantean las piezas como parte innata del argumento,
algo nada fácil tratándose de fragmentos no compuestos específicamente para las
imágenes. Partamos de la idea global de la música y su sentido y, después, el
que conllevan los tres grandes clásicos.
El empleo de la
música clásica en la película, y más concretamente las piezas mostradas (todas
ellas de cámara y, por tanto, elegantes y estilosas), tiene una relación
estrecha con el sentido teórico, lineal y equilibrado de las atmósferas,
personajes y diálogos. La personalidad inquebrantable y poco emocional de las
personas no cabría dentro de un estilo musical romántico, post-romántico o
contemporáneo, de ahí que la música que escucharemos durante toda la historia, siempre
próxima a los matices teóricos tan exquisitos y preciosistas, formaliza este
concepto sublime y elevado que el director pretende. Vayamos a los tres
compositores principales:
- Beethoven
y su ‘’Adagio affetuoso ed apassionato’’ de su ‘’Cuarteto para cuerdas, en F
Mayor, Op. 18, Nº 1’’. La pieza más representativa del global de la historia,
elegante, hasta fría (siempre asociándola con las imágenes y el argumento que
tratamos), teórica y excelsa. Simplemente escuchándola ya formamos en la mente
los caracteres básicos de las personalidades que aparecen en la historia,
siendo fulminantemente empleada en la primera parte, emparejada al hotel, y
durante las narraciones literarias.
- Stravinsky
y su ‘’Tercer movimiento’’ de ‘’Tres movimientos para cuarteto de cuerda’’.
Estado intermedio, siempre cercano a la elegancia de la orquesta de cámara y
empleado en situaciones de ligera tensión fílmica que la refinada atmósfera
impide expresar con mayor vehemencia. Refleja directamente la extraña sensación
que el espectador percibe durante los diálogos o situaciones poco
comprensibles.
- Shostakovich
y su ‘’Largo’’, del ‘’Cuarteto de cuerdas, Nº 8, Op. 110’’. Representa el
estado más neurótico de las piezas empleadas en la producción, igualmente de
cámara pero con un ligero matiz expresivo que se aleja de la linealidad global
y muestra las escenas o instantes más quebrados, repentinos y alejados de la
teórica tranquilidad del hotel o la escondida angustia del bosque. La secuencia
en la que el protagonista se encuentra en el jacuzzi exterior, junto a la que
será su posible esposa, resulta de una fuerza sublime.
Concluyendo, ejemplo
interesante de cómo las escenas pueden someterse a la música y no al contrario,
con ejemplos estudiados y fragmentos muy válidos en una historia extraña,
atractiva y de gran intensidad en la relación música-imagen.