El rostro (Ansiktet, 1958) de Ingmar Bergman.
El cuarto mandamiento (The Magnificent Ambersons, 1942) de Orson Welles.
Valor de ley (True Grit, 2010) de Joel y Ethan Coen.
El circo (The Circus, 1928) de Charles Chaplin.
Delicias de horror gótico: el ciclo que Roger Corman dedicó a la obra de Edgar Allan Poe.
El tigre de Esnapur/La tumba india (Der Tiger von Eschnapur/Das Indische Grabmal, 1959) de Fritz Lang.
Las obras clave de Hitchcock durante su etapa británica.
- El enemigo de las rubias (The Lodger, 1927).
The Lodger es el filme que plantó las bases del género de suspense y la primera obra verdaderamente hitchcockniana. Con una puesta en escena claramente influenciada por el expresionismo alemán, la película adapta una novela de Marie Belloc Lowndes que versaba sobre la figura de Jack el destripador. Los productores obligaron a Hitchcock a modificar el final ambiguo que tenía pensado, y es que no querían que una estrella de la época como Ivor Novello pudiera aparecer como un asesino en pantalla. Años más tarde, ya en Hollywood, le ocurriría algo similar con el personaje de Cary Grant en Sospecha (Suspicion, 1941).
En 1944 John Brahm realizaría una nueva adaptación del texto de Belloc en Jack el Destripador (The Lodger), una magnífica película en la que el misterioso inquilino, interpretado en este caso por Laird Cregar, acababa revelándose como el autor de los asesinatos.
- La muchacha de Londres (Chantaje) (Blackmail, 1929).
Blackmail empezó a rodarse como un filme mudo, pero acabó convirtiéndose en la primera película sonora de su autor. Lejos de aplicar la nueva técnica de manera convencional, Hitchcock introdujo algunas novedades en el uso del sonido (véase la famosa secuencia en la que la protagonista se atormenta al escuchar la palabra cuchillo, recordándole el truculento acto que había cometido con anterioridad) demostrando un afán experimental y vanguardista que jamás le abandonaría durante el resto de su carrera. Por otra parte, la persecución final por los tejados del British Museum no deja de ser inolvidable.
- El hombre que sabía demasiado (The Man Who Knew Too Much, 1934).
Esta película siempre me ha parecido uno de los ejemplos más elocuentes del nivel de perfección técnica alcanzado por Hitchcock durante su etapa inglesa. Dos décadas más tarde volvería a rodar (y a mejorar) la misma historia en la ya mítica versión de 1956 junto a James Stewart y Doris Day. No obstante, en la presente obra el villano, interpretado por el gran Peter Lorre, es mucho más interesante, y en la misma ya encontramos la memorable secuencia del Royal Albert Hall de Londres.
- 39 escalones (The 39 Steps, 1935).
Sin duda estamos ante una de las cimas de esta etapa, un filme que ejercería gran influencia en muchas de sus obras posteriores. De hecho, podemos considerarla como una especie de borrador de Con la muerte en los talones (North by Northwest, 1959), una de sus indiscutibles obras mayores. Esta comedia de suspense, de ritmo trepidante, es tan inteligente y entretenida que el espectador no podrá apartar sus ojos de la pantalla hasta que descubra qué se esconde tras los 39 escalones…
- Alarma en el expreso (The Lady Vanishes, 1938).
Probablemente Hitchcock había visto El expreso de Shanghai (Shanghai Express, 1932) de Josef von Sternberg, filme que en su mayor parte también se desarrollaba en el interior de unos vagones de tren, antes de demostrar su impresionante dominio de la puesta en escena en esta deliciosa película en la que encontramos romance, humor, suspense y espionaje internacional. La acción tiene lugar en un país imaginario que nos recuerda mucho a