“Bebo
para olvidar que soy un borracho”.
(Antoine
de Saint-Exupéry)
Tras un accidentado vuelo, el veterano capitán Whip Whitaker (Denzel
Washington) realiza un aterrizaje de emergencia con el que logra salvar las vidas
de casi todos los pasajeros. Lo que en principio parece haber sido un acto
heroico, corre el riesgo de convertirse en negligencia cuando se descubre que
Whitaker pilotó el avión estando ebrio.
Interesante drama sobre alcoholismo y drogadicción en el que lo más
reseñable, aparte de su primera media hora de metraje, es el oscuro retrato que
hace de un individuo golpeado por las adicciones al que interpreta de manera
soberbia Denzel Washington.
Con Flight, el director Robert
Zemeckis, responsable, entre otras cosas, de la trilogía de Regreso al futuro y de la insoportable Forrest Gump, vuelve al cine de imagen real
después de su irregular incursión en el ámbito de la animación, donde rodó de
manera consecutiva Polar Express
(2004), Beowulf (2007) y Cuento de navidad (2009).
Como ya he apuntado, la película posee un arranque magnífico: el
personaje de Washington aparece tumbado en la deshecha cama de una habitación
de hotel, está borracho y semidesnudo. A su lado, sin ropa, se encuentra una
joven de imponente físico que resulta ser una de las azafatas del avión que
tiene que pilotar esa mañana. Falta poco para que se inicie el viaje, y nada
mejor que una buena raya de cocaína para poder afrontarlo con "garantías". Han
transcurrido sólo unos pocos minutos; pero ya sabemos que al protagonista le
gusta joder, beber y drogarse. Una llamada telefónica también nos informa
acerca de su estado civil; divorciado con hijo adolescente y exmujer con la que
se lleva a matar. La descripción es impecable, no necesitamos conocer mucho
más. A continuación comienza la espectacular y escalofriante secuencia del
vuelo, la cual termina tal y como ustedes están imaginando (¡boom!). En realidad, ésta no deja de
ser una simple excusa para ahondar en lo que verdaderamente interesa al
director: el drama personal de Whitaker. Si bien es cierto que a partir de ahí
el filme se torna convencional en su desarrollo, alargándose demasiado y
transitando por lugares comunes, su cuidada realización, el pulso narrativo de
Zemeckis y la extraordinaria presencia de Washington, hacen que el interés del
espectador nunca decaiga por completo. Además, el elenco de secundarios es
fantástico (Don Cheadle, John Goodman, Bruce Greenwood…).
Lo peor de la cinta es su inadecuado y poco creíble giro final. Por otro
lado, la subtrama sentimental no aporta nada o casi nada. De hecho, creo que el
personaje de Kelly Reilly era totalmente prescindible. Buena película en
cualquier caso, de lo mejor que ha hecho su autor.