“Jamás
desesperes, aun estando en las más sombrías aflicciones, pues de las nubes
negras cae agua limpia y fecundante”.
(Miguel
de Unamuno)
Antonio
Ricci (Lamberto Maggiorani), casado y padre de dos hijos, es un desempleado de
la Roma de posguerra al que le ofrecen un empleo para fijar carteles. Sin
embargo, para ejercerlo necesita una bicicleta, y él empeñó la suya por
necesidad tiempo atrás.
Ladri di biciclette
constituye, al menos en mi opinión, un buen ejemplo de película que debe su
prestigio más a su carácter de obra fundacional que a sus virtudes
estrictamente cinematográficas. Sin duda se trata de un trabajo entrañable, emotivo,
desgarrador en ocasiones y muy representativo dentro del movimiento
neorrealista italiano (André Bazin la consideraba “cine en estado puro” por ser una historia sencilla, con personajes
sencillos, rodada en localizaciones reales y con actores no profesionales),
aunque su condición de clásico no debe impedirnos advertir también sus
limitaciones y carencias.
La
obra se abre con una multitud que se dirige agolpada a la oficina de desempleo
del barrio. El funcionario de turno, papel en mano, se dispone a citar los
nombres de aquellos afortunados que han sido seleccionados para desempeñar un
trabajo. Antonio Ricci, nuestro protagonista, es uno de ellos. La oferta
consiste en fijar carteles de películas por las calles de Roma. El único
requisito imprescindible es estar en disposición de una bicicleta. Antonio
duda. Necesita el empleo como nadie, pero sabe que empeñó su bicicleta hace un
tiempo para poder dar de comer a su familia. Tras vacilar unos instantes,
acepta; no le queda otra. Ahora toca recuperar la bicicleta. Su mujer, María
(Lianella Carell), decide empeñar las sábanas de la cama para rescatar al viejo
vehículo de dos ruedas que acumula polvo en un Monte di Pietá (uno de tantos en la Italia de la época). Una vez
recuperado, Antonio, con la misma ilusión de un niño que estrena zapatos (él
estrena uniforme), comienza a trabajar. Para su desgracia, y la de los suyos, mientras
fija en un muro el cartel de Ryta Hayworth Gilda,
un malandrín le roba la bicicleta y echa a correr sin que le pueda dar alcance.
El resto del filme, algo plano en su desarrollo, narra la desesperada odisea de
Antonio y de su hijo Bruno (Enzo Staiola) para encontrar la bicicleta pateándose
las calles de Roma. Lo mejor de Ladrón de
bicicletas es precisamente la descripción que hace de esa relación entre
padre e hijo. Llena de gestos de complicidad, emoción, humor y no exenta de algún
que otro enfrentamiento.
De
Sica, en otro de los grandes aciertos de la cinta, y apoyado en la sobria y
cuasi documental fotografía en blanco y negro de Carlo Montuori, utiliza a la
perfección los escenarios reales de las deprimidas calles de la Roma de posguerra, otorgando a su película una autenticidad que debió sobrecoger bastante a
los espectadores de su tiempo. Hoy en día ya no impresiona tal aspereza visual,
ni su realista retrato de la pobreza extrema, pero sigue destacando como un ejercicio de
veracidad cinematográfica de primera línea.
Tienes valor al puntuar tan bajo esta película. Yo también considero que está un poco sobrevalorada. En cualquier caso tiene algunos momentos muy emocionantes, y crueles.
ResponderEliminarUn saludo.
Hola, Luis:
EliminarNo es una cuestión de valor, sino de objetividad. También se puede criticar a los clásicos, no pasa nada.
Un saludo.
En esta ocasión debo discrepar contigo, Ricardo. No sólo considero a "El ladrón de bicicletas" como una obra fundacional de su género, sino también como una de sus mejores películas y la cima (y sé que aquí no concordarás conmigo) del cine de De Sica.
ResponderEliminarSiendo esta mi opinión, es evidente que le daría 5 estrellas en vez de tres y media jeje
No siempre se puede estar de acuerdo, un saludo!
Hola, Viri:
EliminarDe De Sica prefiero "Umberto D", e incluso "El limpiabotas". Y no pasa nada por no estar de acuerdo, de lo contrario todo sería más aburrido :)
Un saludo.
A mí en cambio me parece una película magistral. Creo que sus valores cinematográficos siguen manteniéndose vigentes y que sus virtudes son innegables. Me impresionó la primera vez que la vi y me sigue impresionando con cada nuevo visionado. Como curiosidad, en el doblaje español se desvirtúa completamente su final. Escribí sobre ello por aquí: http://cdecine.blogspot.com.es/2008/12/ladri-di-biciclette-ladron-de.html
ResponderEliminarHola, xalons:
EliminarSiempre la he visto en italiano, pero me interesa eso que apuntas.
Un saludo.
Coincido contigo en que se deja ver, entretiene pero no impresiona. Pienso que esta película no está a la altura de las películas neorrealistas de Roberto Rosellini. "El ladón de bicicletas" está mas cerca de "Mi tío Jacinto" de Wajda que de "Alemania año cero".
ResponderEliminarSaludos.
Ladislao Vajda no Wajda.
EliminarHola, Francisco:
EliminarTienes razón en lo que apuntas, sin menospreciar, ni mucho menos, el trabajo de Vajda.
Un saludo.
Del todo de acuerdo con tu crítica, Ricardo. La vi hace años un poco para 'hacer los deberes'; me pareció más bien sosa y plana.
ResponderEliminarGracias por apoyar mi apreciación, Josep.
EliminarUn saludo.
Hola, Ricardo: Según he leido, el final en la novela es muy distinto y mucho más desesperanzador, porque está basada en hechos reales, pero De sica quiso hacerlo así, porque según decia, le parecía que "la historia era de por sí ya bastante explícita y angustiosa, como para someter a los expectadores a la tortura de una realidad sin salida". En mi opinión, creo que la verdad siempre tiene más fuerza que la manipulación, aunque esté hecha con toda la buena intención y la película hubiera tenido mucha más fuerza, ajustándose a lo que escribió el autor "Bartolini" sobre "Bargello" el personaje real al que le ocurrio esta historia.
ResponderEliminarUn abrazo y hasta la próxima!
Hola, selegna:
ResponderEliminarTe agradezco el dato, ya que desconocía el final de la novela sobre la que se inspira.
Un abrazo, simpática.
Buena peli
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