“Nada
de lo que sucede se olvida jamás, aunque tú no puedas recordarlo”
Chihiro,
de unos diez años de edad, viaja junto con sus padres hasta su nuevo hogar. Un
desvío mal tomado, los lleva a un misterioso túnel que conduce a un parque
temático abandonado. Allí, los padres de la niña se convierten en cerdos, y
ésta se ve atrapada en un mundo de fantasía.
El viaje de Chihiro,
una suerte de Alicia en el país de las
maravillas a la japonesa, constituye uno de los trabajos más reconocidos
del cineasta nipón Hayao Miyazaki. Con una prodigiosa técnica basada en el
dibujo a mano de cada plano trazo a trazo, la película introduce al espectador
en un deslumbrante mundo de fantasía donde, de un modo surreal y colorista, se
funden el folclore y la mitología del país del sol naciente. Una verdadera delicia
para los sentidos no exenta de reflexión, a la que, no obstante, cabe reprochar
un excesivo metraje y cierta farragosidad narrativa en su segunda mitad.
El
filme ensalza valores humanos como la valentía, el esfuerzo, la amistad o el amor en un
contexto imaginario. Una vez que sus padres se tranforman en cerdos después de
haberse atiborrado de comida, en lo que parece un claro guiño a La odisea de Homero, la pequeña Chihiro
tendrá que valerse por sí misma en un mundo que sólo despierta al anochecer. Espíritus,
dioses, dragones, brujas y criaturas de todo tipo pululan por ese inagotable
universo creado por el autor de Mi vecino
Totoro. Resulta difícil olvidar a personajes como la vieja Yubaba, directora
de los baños termales; a su hijo Bo, un bebé gigante con muy malas pulgas; a
Kamaji, el encargado de las calderas con seis brazos; a Sin Rostro, un misterioso espectro de insaciable apetito; o a Haku, el aprendiz de Yubaba que ayuda a Chihiro en
su gran aventura. Es verdad que la cinta se edulcora por momentos, que se
enreda en determinados pasajes y que se torna infantil en su tramo final; pero
ello no impide reconocer su asombrosa inventiva visual.
Quizá
no sea la obra maestra que algunos predican. A mí, personalmente, no me lo
parece. Sin embargo, sí que se trata de uno de esos escasos títulos que otorgan
notoriedad a un género que nunca ha tenido la consideración que posiblemente merecía.
Imprescindible.
Para mi fue una muy grata sorpresa porque no soy muy seguidora de este tipo de animación por eso la tuve de lado mucho tiempo.
ResponderEliminarMuy buena película, desde luego! Un viaje fantástico!
Saludos.
Hola, Manderly:
EliminarYo tampoco soy un apasionado del cine de animación, pero Miyazaki me gusta. Creo que hay que seguir muy de cerca todo lo que hace.
Un saludo.
Es completamente cierto que la amalgama de personajes son inolvidables. Una película de una imaginación desbordante.
ResponderEliminarSalu2.
Hola, Francisco:
EliminarEstá claro que lo fuerte de Miyazaki son sus universos de fantasía. Como dices, el tipo tiene una gran imaginación.
Un saludo.
Pues mira, a mí también me parece farragosa. La que de verdad me gusta del director es "Mi vecino Totoro". Saludos.
ResponderEliminarHola, ricard:
EliminarPues te parece farragosa porque realmente lo es. Quizá a mí también me guste más "Mi vecino Totoro", pese a ser más simple.
Un saludo.
Yo era reacio a la animacion japonesa, pero este y otros títulos me sacaron del error.¿No me digas que no te has echado unas buenas risas con Golden Boy?, yo me la pasé pipa, especialmente con su doblaje español y eso que no me gusta el doblaje iberico.Los maestros japoneses del comic tienen una imaginacion apabullante (y retorcida) muy distinta del género occidental. El viaje de Chihiro es un prodigio de imaginería visual y onirismo. Es bueno ampliar horizontes. Saludos bloguivianos.
ResponderEliminarHola, José:
EliminarMe alegra que el universo Miyazaki llegue hasta tierras tan lejanas e inhóspitas como las que habitas :). Tienes mucha razón en que el cine de animación oriental no tiene nada que ver con el occidental. Por cierto, creo que este año estrena nueva película. Habrá que estar atento.
Saludos, amigo.
Es bastante frustrante que con ese comienzo tan inquietante, como el momento en que vuelve con los padres y se han convertido en cerdos, y hay manos detrás de la barras que los azotan (una imagen muy poderosa para mí), acabe yéndose por derroteros más infantiles. Aún así es una película arrebatadora y deliciosa, pero molaría que a Miyazaki le hubiera dado por seguir esa línea. A lo mejor en ese caso el término obra maestra hubiera cuajado.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, Raúl.
EliminarUn saludete.
para mi una de las mejores películas de animación y de la historia del cine.
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