“La razón no me ha
enseñado nada. Todo lo que yo sé me ha sido dado por el corazón”.
(León
Tolstói)
Año
1928. Stanley Crawford (Colin Firth), un reconocido ilusionista que actúa por
todo el mundo bajo el seudónimo y la apariencia del mago chino Wei Ling Soo,
viaja, a petición de un viejo amigo, hasta el sur de Francia para desenmascarar
a Sophie Baker (Emma Stone), una médium norteamericana con supuestas facultades
paranormales.
A
pesar de lo que reza el título de la cinta que toca analizar, el cine de Woody
Allen perdió la magia hace ya muchos años. Magic
in the Moonlight se integra dentro de esa serie de trabajos desenfadados e
intrascendentes a los que el realizador neoyorquino nos tiene acostumbrados en
los últimos tiempos. Se sigue con el mismo agrado y con la misma facilidad con la
que poco después se olvida. Indudablemente el sello Allen está presente en la
configuración de personajes, situaciones y diálogos; pero en ningún momento se pierde
la sensación de estar asistiendo a una obra menor de quien en otro tiempo fuera
un gran cineasta.
Con
ecos de Atrapa a un ladrón (To Catch a Thief, 1955), de Alfred
Hitchcock, por estar ambientada en la paradisíaca Costa Azul o Riviera Francesa
(el paseo en coche de Colin Firth y Emma Stone recuerda mucho al que daban Cary
Grant y Grace Kelly en la citada obra del maestro del suspense), la película
constituye una entretenida comedia romántica en la que su personaje principal, un
tipo extremadamente escéptico, racional, sarcástico y pesimista (evidente álter
ego del autor de Manhattan), se verá obligado
a elegir entre sus fuertes convicciones ideológicas y los dictados que marca su
corazón. Este enfrentamiento entre la razón y la creencia, o, si nos remitimos al
título de la célebre novela de Jane Austen, entre el sentido y la sensibilidad,
sirve a Allen para reflexionar sobre algunas de sus obsesiones habituales,
tales como la muerte, las relaciones de pareja o el sentido último de la
existencia.
La
puesta en escena resulta elegante, gracias al espléndido diseño de vestuario
estilo años veinte, a las exquisitas localizaciones exteriores, a la nostálgica
mirada fotográfica de Darius Khondji, y a la envoltura musical a base de piezas
de jazz de la época.
Como
decía, una obra menor, entrañable a ratos, que seguramente guste a los
admiradores más fervientes del director estadounidense.
Es una lástima que Woody Allen, con el talento, la inteligencia, y la repercusión que consigue a cada película, lleve tanto tiempo en esta línea autocomplaciente. Aun así, sus películas siempre son disfrutables, pero si no rodase una cada año.. quién sabe
ResponderEliminarHola, Germán:
EliminarQuizá, como dices, debería hacer menos películas. Una al año es demasiado. Al menos para Allen.
Un saludo.
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Hola, Cinema Sal e Tequila:
EliminarGracias por vuestras palabras. Vuestro blog ha sido añadido a mi blogroll.
Un cordial saludo.
Son diferentes las opiniones sobre esta película, la verdad es que no me pareció una historia relevante. Si llegué a verla fue porque me la recomendaron después de ver algunos capítulos de la serie actual El Hipnotizador una producción donde por medio de la hipnosis se resuelven distintos secretos y enigmas, igual la recomiendo.
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