Collateral (ídem, 2004) de Michael Mann.

“Leí sobre un tipo que sube al metro aquí y muere. Pasan seis horas antes de que alguien note su cadáver dando vueltas por L. A., con gente que se sienta y se levanta a su lado. Nadie se da cuenta”.

Max (Jamie Foxx) es un taxista minucioso en su trabajo que aspira a montar una empresa de limusinas. Una noche, mientras realiza su jornada diaria, recoge a un tipo llamado Vincent (Tom Cruise), el cual le ofrece seiscientos dólares por conducir para él durante el resto del turno con el fin de poder cerrar un negocio inmobiliario. Max acepta sin saber que, en realidad, lo que pretende su pasajero, un frío asesino a sueldo, no es otra cosa que asesinar a cinco testigos implicados en un caso de drogas.

Portentoso thriller de acción y atmósfera noctívaga que cuenta con un inteligente guión, una estilizada puesta en escena, un ritmo que nunca decae, tensión a raudales, suspense y dos intérpretes en estado de gracia. Cine moderno y de calidad. Una película casi perfecta. El mejor trabajo de Michael Mann.

En Collateral, filme rodado de manera íntegra con cámara digital, el azar se convierte en un personaje más; quizá el más determinante y decisivo de la trama, puesto que, ¿acaso se puede achacar a algo que no sea la pura casualidad, el hecho de que Vincent suba al taxi de Max y no a otro, que la primera de sus víctimas vaya a caer precisamente sobre el techo del automóvil de éste después de salir disparada desde una ventana a golpe de balazos, que se evite un control policial debido a una llamada repentina que se produce justo antes de que los agentes abran un maletero en donde se esconde un cadáver o que el último de los objetivos del asesino sea la joven fiscal a la que Max condujo hasta su trabajo en el momento previo a la aparición de Vincent?

La acción se desarrolla a lo largo de una sola noche: cinco paradas con sus correspondientes trayectos que nos permiten conocer mejor la personalidad de los dos protagonistas, quienes, entre muerte y muerte, conversan en el interior del vehículo. Los individuos a eliminar son un camello de poca monta, un enriquecido abogado criminalista, el propietario de un local de jazz, un pez gordo oriental y la citada fiscal. Todos están involucrados en el juicio que se celebra contra un importante narcotraficante colombiano.

El infravalorado Tom Cruise (siempre debería ejercer de villano) interpreta con notable solvencia a Vincent, un carismático psicópata al que no le tiembla el pulso; una auténtica máquina de matar. Sus lúcidas reflexiones acerca del estado en el que se encuentra la sociedad contemporánea (“¿Sabes algo de Ruanda? Allí mataron a miles de personas. ¿Te afectó eso, Max? No lo creo”), invitan a que el espectador piense. Frente a él, un Jamie Foxx cuyo trabajo no le va a la zaga, encarnando a un personaje tremendamente interesante que evoluciona durante el metraje hasta sacar su lado más valiente y atrevido. Y ahora que se acerca la Navidad, ojo también a la aparición de Javier Bardem y a su relato sobre Santa Claus, Pedro el negro y los niños malos. No tiene desperdicio.

La dirección de Mann es tan precisa como elegante, captando a la perfección los ambientes nocturnos de la ciudad de Los Ángeles. Impresionantes esos planos cenitales con los que se sigue el recorrido del vehículo a través de la gran urbe. 

Envolvente, poderosa, magnética, electrizante… Súbanse al taxi del mejor cine y jamás olvidarán este intenso viaje.