Irán, 1979. Tras la revolución islámica que ha supuesto el derrocamiento
de la monarquía del Sha Reza Pahlevi, refugiado en Estados Unidos, el populacho
iraní asalta la embajada norteamericana en Teherán. Los rehenes capturados se
cuentan por decenas, y el Ayatolá Jomeini amenaza con retenerlos hasta que el
gobierno estadounidense no extradite al odiado sátrapa. Seis miembros de la
embajada logran escapar, ocultándose en la residencia del embajador canadiense.
Si son descubiertos, serán ejecutados en público. Tony Mendez (Ben Affleck),
experto en rescates de la CIA, elabora un plan para sacarlos del país,
consistente en simular la producción de una película de ciencia-ficción
titulada “Argo”, lo que le permitirá viajar hasta la capital persa en busca de localizaciones
para el supuesto rodaje; aunque su objetivo no sea otro que el de rescatar a
sus compatriotas.
Hace tan sólo un lustro, nadie hubiera apostado a que Ben Affleck,
conocido principalmente por ser uno de los rostros guapos de Hollywood,
acabaría convirtiéndose en uno de los directores más interesantes del cine
norteamericano actual. El talento advertido en sus dos trabajos anteriores, Adiós pequeña, adiós (2007) y The Town (2010), se confirma ahora con Argo; espléndido thriller político
basado en hechos reales, que lleva a la gran pantalla una misión secreta de la
CIA desclasificada en 1997.
Antes de entrar a valorar las virtudes y defectos del filme, considero
oportuno hacer alusión, aunque sea de un modo breve, al contexto histórico-político
en el que se sitúan los hechos narrados: Mohammad Reza Pahlevi ascendió al
poder en septiembre de 1941. Apoyado por los Estados Unidos, estableció un
régimen despótico asentado en reformas de corte occidental que condujeron a
Teherán y sus alrededores a una progresiva industrialización. Tales cambios
favorecieron a unos pocos, las clases privilegiadas, mientras que el resto de
la población quedó sumida en el atraso, el hambre y el analfabetismo. La
explotación y venta de petróleo enriqueció al Sha y a su séquito, que vivían en
medio de una pompa y una opulencia más propias de antiguos reyes persas que de
monarquías contemporáneas. La oposición política al régimen, encabezada por el
líder integrista Jomeini, exiliado en París, aprovechó las circunstancias para
abanderar la regeneración iraní y conducir al pueblo fanatizado al destronamiento
del tirano. Surge así un movimiento revolucionario de ideología antioccidental
y, sobre todo, antiamericana, que acaba dando lugar a una república islámica fundamentalista
aún más represora que el régimen anterior.
Al principio de la película se alternan viñetas de cómic e imágenes de
archivo (este último recurso será utilizado a lo largo de todo el metraje,
incluidos los títulos de crédito finales, para enfatizar la veracidad de lo
expuesto), con las que, de manera sucinta y didáctica, se hace referencia a la
historia del país iraní. El posterior arranque con el asalto a la embajada,
resulta magnífico y trepidante gracias al hábil uso del montaje. Una vez
dispuestas las cartas sobre la mesa, se inicia el juego del que dependen seis
vidas. La cinta se estructura a partir de ese momento en dos partes claramente
diferenciadas: la planificación de la misión y la ejecución de la misma. Dentro
de la primera parte, cuando ya se ha optado por la propuesta presentada por
Mendez (“Argo”) en detrimento de las demás, destaca el proceso que se lleva a
cabo para que la producción del filme ficticio parezca real, desde la
consecución de un productor que aporte el dinero necesario, pasando por la
compra de los derechos del guión, hasta la puesta en marcha de toda una
maquinaria publicista (pósters, entrevistas, libretos, fiestas…). Con el desplazamiento de Mendez hacia
Teherán, se inicia el segundo tramo de la película, el más intenso y emotivo. Aquí
el espectador será partícipe del temor que sacude a unos protagonistas
conscientes de que cualquier error cometido, por pequeño que sea, los conducirá
a una muerte cruel y humillante. El gran logro de Affleck, que como actor
realiza un trabajo sobrio y convincente, es que siempre mantiene el nervio
narrativo sin necesidad de artificios ni golpes de efecto.
A la obra le falta profundidad en la descripción de caracteres (no bastan
cuatro apuntes sobre la difícil situación sentimental del protagonista) y le
sobra altisonancia en determinados diálogos (¿por qué los altos mandos
norteamericanos son siempre tan capullos, malhablados y arrogantes?), lo que no
impide reconocer su calidad conjunta. Por cierto, qué genial y divertido es el
personaje al que da vida Alan Arkin.
La banda sonora de Alexandre Desplat, magnífica y bien adaptada al
contexto, se complementa a la perfección con algunos temas de Dire Straits,
Rolling Stones o Led Zeppelin.
Creo que disfrutarán de Argo,
un producto entretenido y muy bien hecho. Casi excelente.
Fui a verla y me gustó, pase un buen rato. Pero no sé, es una buena película pero no tiene nada que destaque, es como un filme redondo (no en el sentido de magistral), sin aristas, sin vida. Es un "Discurso del Rey". Aún así, muy bien Affleck, tampoco tenemos que pedirle a todo el mundo obras maestras.. Mi preferida del guaperas sigue siendo "Gone baby Gone".
ResponderEliminarHola, neordental:
EliminarA mí me parece una película bastante más interesante que "El discurso del rey". No es fácil ver obras maestras en la actualidad.
Un saludo.
Hola Ricardo, excelente post.
ResponderEliminarTiene muy buena pinta la película y me resultó bastante interesante todo lo que cuentas sobre ella.
Por lo que dices creo que también destaca su banda sonora, Dire straits, Led Zeppelin... guauuuuuu!!
Saludos!
Hola, Pulgacroft:
EliminarLa banda sonora está muy bien, ya no sólo por la partitura de Desplat (excelente compositor), sino también por los temas de rock seleccionados. Espero que te guste.
Un saludo.