“La vida es una comedia
escrita por un autor sádico”.
Años
30. Bobby Dorfman (Jesse Eisenberg) es un joven neoyorquino que se muda a Los
Ángeles con la intención de que su tío Phil Stern (Steve Carell), un poderoso agente de Hollywood, le proporcione trabajo. Allí, conoce a Vonnie
(Kirsten Stewart), la guapa secretaria de su tío, de la que no tardará en enamorarse perdidamente.
La
cita de este año con Woody Allen la constituye Café Society, un divertido y, a ratos, delicioso ejercicio de
melancolía cinéfila y vital, con el que el veterano autor de Manhattan (1979), tan ingenioso como de costumbre aunque quizá más liviano que en otras ocasiones, reflexiona en torno a temas como el paso
del tiempo, la industria del Hollywood dorado o las inextricables intermitencias
de ese sentimiento extraño y universal al que llamamos amor.
El
propio Allen, que hace las veces de narrador omnisciente, guía al espectador a
través de un relato caleidoscópico en el que, si bien el eje central es la
historia de amor entre Bobby y Vonnie, también hay tiempo para detenerse con
frecuencia en las vidas de los distintos miembros de la familia del
protagonista, destacando la subtrama gansteril relativa al hermano mayor (Corey Stoll) o las
hilarantes conversaciones de los dos progenitores (Ken Stott y Jeannie Berlin) en torno a la religión judía.
El uso del flashback resulta muy
recurrente a lo largo de los noventa y seis minutos de metraje, ya sea para
aportar información sobre los diferentes personajes o simplemente para ilustrar
situaciones previas que habían sido omitidas. Café Society, que supone un ejemplo de concisión narrativa, goza de
un ritmo trepidante al que sólo se le puede reprochar cierto abuso en la
utilización de la voz en off.
En
el apartado visual, nos encontramos con una elegante puesta en escena erigida
en determinadas ocasiones a partir de largos planos secuencia muy bien elaborados y
ejecutados. La preciosa y crepuscular dirección de fotografía del mítico Vittorio Storaro (Apocalypse Now, Novecento, El último emperador…) hace el resto.
Quizá
uno de los puntos más flojos de la película que nos ocupa, al menos en opinión de quien esto escribe, sea su reparto, donde todos
cumplen pero en el que ni uno solo sobresale.
Conclusión:
Woody Allen mantiene la forma a pesar de sus ochenta años. Su pasión por el cine continúa siendo admirable.
Da igual lo que haga. Nunca es vulgar. Y tiene Annie Hall, Zelig, Manhattan, La rosa púrpura de El Cairo, Hannah y sus hermanas, Delitos y faltas, Maridos y mujeres, Edipo reprimido, Broadway Danny Rose, etc. Tiene muy muy pocas películas malas (una de ellas rodada en este país).
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con lo que dices. Obviamente Allen ya no tiene nada que demostrar a nadie.
EliminarLe daré una oportunidad,sea una de sus obras mayores o menores,suele ser bastante más estimulante de la mayoría de los estrenos que aparecen en cartelera.
ResponderEliminarSaludoss
Sin duda, Troyana. Hasta la peor película de Allen (que no es el caso) supera con creces a la media de estrenos semanales.
EliminarUn saludo.
Me encanto la ambientación como de costumbre en un film de allen jaja,lo único que me molesto fue un tanto las interpretaciones y el último acto,fuera de eso una cinta bastante simpática.
ResponderEliminarSaludos
Yo también considero que uno de los puntos más flojos de la película es su reparto.
EliminarSaludos.
Es muy loable hacer una buena película con dos de los actores más "sosos" que hay actualmente... El de FB y la de Crepúsculo...
ResponderEliminarEstoy de acuerdo, José Luis. También me parecen sosos, especialmente él.
Eliminar