“Donde ninguno manda,
mandan todos. Donde todos mandan, nadie manda. Es el caos”.
(Jacques
Bénigne Bossuet)
En
una situación de caos social, un matrimonio (Isabelle Huppert y Daniel Duval) y
sus dos hijos (Anaïs Demoustier y Lucas Biscombe) buscan refugio en su casa de
campo.
Según
la mitología nórdica y centroeuropea, “El tiempo del lobo” es el período de la
historia justamente anterior al Apocalipsis, cuando los valores humanos se
invierten y las torres más altas del conocimiento se derrumban en favor del
caos absoluto… Esta enigmática película, que toma de ahí su título (Ingmar
Bergman, basándose en un concepto similar, tituló La hora del lobo a una de sus obras maestras), constituye uno de
los trabajos más sombríos, ásperos y pesimistas del realizador austríaco
Michael Haneke.
Desconozco
si el autor de Funny Games ha leído
en alguna ocasión a José Saramago, pero su Le
Temps du loup me recuerda, en parte, al Ensayo
sobre la ceguera (1995) del escritor portugués, puesto que ambas historias se
ubican en un contexto apocalíptico donde gentes de diversa índole se ven
obligadas a convivir (y sobrevivir) en condiciones de extrema insalubridad,
carestía y miseria. El filme comienza de manera bastante abrupta: el matrimonio
y sus hijos llegan a la cabaña que tienen en el bosque. Nada más entrar,
descubren a un okupa que les apunta directamente con una escopeta. Tiene mujer
e hijos, y quiere que se marchen de allí. Tras un intento de diálogo, el okupa
dispara al padre de la familia protagonista, que muere en el acto. Su esposa,
la siempre espléndida Isabelle Huppert, no puede evitar vomitar ante la
situación. A partir de ese momento, ella y sus hijos deambulan por el campo en
busca de un lugar en el que refugiarse (los lugareños no parecen demasiado
dispuestos a echarles una mano). Por el camino encontrarán a un desconfiado y
harapiento ladronzuelo (Hakim Taleb) que decide acompañarlos en su odisea de
supervivencia.
A
lo largo de la película, Haneke no da una sola respuesta (nunca sabremos qué ha
provocado ese caos que hace que la gente huya de las ciudades). Su único
objetivo es desnudar la naturaleza humana en medio del caos, la anarquía y la
desesperación; y el resultado no puede ser menos halagüeño: egoísmo, violencia,
hambre, chantaje, extorsión, suicidio, muerte. El director hace suya la
locución latina Homo homini lupus (el
hombre es un lobo para el hombre), del filósofo inglés Thomas Hobbes.
Pese
a su indudable interés, en su debe cabe señalar la ausencia de caracteres con
verdadera dimensión psicológica (la mayoría son anecdóticos), un desarrollo
algo tedioso y anodino (la trama se estanca por momentos), amén de un final
ciertamente desconcertante.
A mí es la que menos me ha gustado de él junto con su adaptación de Kafka, y aún así es una película interesante. Muy curiosa la plenitud creativa de Haneke comenzada pasado el medio siglo de vida. Un grande en cualquier caso c:
ResponderEliminarHola, Raúl:
Eliminar"El castillo" no era gran cosa, la verdad; aunque no resulta sencillo adaptar a Kafka.
Un saludete.
Un film irregular. Tiene cosas que me gustan mucho y otras que no. El arranque, con los "okupas" y el incendio me resultaron de una fuerza extraordinaria (lo mejor del film). Después creo que el guion podría haber tocado otros derroteros, pero hay momentos buenos (y otros mucho más plúmbeos). El final, como bien dices, es demasiado ambiguo, no creo que fuese un final adecuado, aunque el "mal rollo" típico de Haneke queda patente ahí en una escena para el recuerdo (la del cartel).
ResponderEliminarUn saludo.
PD: No he visto todavía la de Bergman...
Hola, Neuromante:
EliminarNo puedo estar más de acuerdo contigo. El filme daba para mucho más de lo que realmente da, pero no deja de ser interesante. Por cierto, la de Bergman es de visionado obligatorio :)
Un saludo.