El consejero (The Counselor, 2013) de Ridley Scott.

“Abogado, ¿sabes por qué Jesús no nació en México? No encontró a tres reyes que quisieran venir ni a una virgen”.

Un respetado abogado (Michael Fassbender) se involucra en un turbio negocio sobre tráfico de drogas sin reparar en las fatales consecuencias que sus actos le pueden acarrear.

Si nos atenemos a las expectativas generadas, probablemente ninguna otra película del año pasado cosechó tantas y tan malas críticas como The Counselor, el nuevo trabajo de Ridley Scott que adaptaba el primer guión concebido expresamente para el cine del prestigioso escritor estadounidense Cormac McCarthy, autor de obras maestras de la literatura contemporánea como Sutree, Meridiano de sangre o La Carretera, y, en opinión de quien suscribe estas líneas, quizá el escritor vivo más importante. Pero, volviendo al filme en cuestión, ¿es tan mediocre como algunos dicen? No, rotundamente no. Vale que los personajes son planos (como en el noventa por ciento de las obras cinematográficas actuales, por cierto), e incluso pomposos (ver a cárteles de la droga filosofar y recitar a Machado hace gracia), y que la trama resulta confusa; pero, en líneas generales, creo que estamos ante un largometraje francamente interesante.

Empecemos por el principio. El abogado al que interpreta Michael Fassbender (en ningún momento se le da otro nombre que el de abogado) parece llevar una vida perfecta: es un guaperas, tiene dinero, viste ropa de marca, conduce un cochazo y su prometida está bastante buena (Penélope Cruz). Además, se cree muy listo, demasiado listo. No obstante, todo eso no es suficiente para él, y quiere más, mucho más (representa la codicia). Es por ello que se relaciona con Reiner (Javier Bardem), un traficante algo pintoresco, y con Westray (Brad Pitt), una especie de intermediario con aspecto de cowboy. El objetivo es llevar a cabo el traslado de un gran alijo de droga desde México hasta Chicago que les reportará unos cuantos millones de dólares. El personaje de Pitt le advierte de lo peligroso del asunto, pero el abogado está muy seguro de sí mismo y decide seguir adelante. Todo esto que he contado de manera sucinta, constituye, más o menos, la primera parte de la película, durante la que se suceden reuniones entre los personajes citados, siempre de dos en dos. Digamos que se trata del tramo aburrido del que hablan algunos, pese a que el mismo contenga una serie de diálogos realmente brillantes. A continuación viene el segundo acto, el de la de la acción y la tensión, el que más gusta, pero que carecería de sentido sin el primero. Porque, en realidad, El consejero es una parábola dividida en dos actos donde a McCarthy no le importan mucho ni sus personajes ni la historia que cuenta. Lo que  realmente le interesa es la moraleja final, según la cual, todo acto humano tiene sus consecuencias, y éstas son del todo inevitables. La primera parte de la cinta, por tanto, supone el acto en sí, mientras que la segunda, sería la trágica consecuencia que ese acto conlleva.

Scott dirige de forma impecable un trabajo del que no se siente autor, sino un mero transmisor (su admiración por McCarthy es conocida, ya que en su día intentó, sin conseguirlo, llevar a cabo una adaptación de Meridiano de sangre). The Counselor es un filme gélido, sórdido y violento. A veces pervertido, como casi todo el universo McCarthyano. Siempre prima el sentido simbólico sobre el narrativo. Fassbender, Pitt y Bardem están estupendos en sus respectivos roles, aunque lo que más sorprende, por lo inesperado, es la composición de una sexy y pérfida Cameron Díaz (ojo a la escena en la que se lo monta con el parabrisas de un Ferrari). Ella es el guepardo (la inclusión de este animal en el relato no es casual) que, elegante y sigiloso, corre tras su presa hasta darle caza.