Se narra la rutina diaria de un grupo de jóvenes prostitutas que viven y trabajan en L´apollonide, un selecto burdel del París de finales del siglo XIX.
El cineasta Bertrand Bonello, una suerte de Fassbinder a la francesa, recibió múltiples halagos durante el pasado Festival de Cannes con motivo del estreno de su última película, la presente L´apollonide. El filme, escrito por el propio director, se entronca perfectamente con la cultura del país galo, ya que en él se pueden advertir desde la pluma de Maupassant hasta las pinceladas de los impresionistas, pasando por el drama romántico de Victor Hugo.
Desde una perspectiva estética y puramente visual, la calidad de la película de Bonello resulta innegable. Su puesta en escena es de una exquisita, refinada y casi susurrada elegancia. La lograda dirección artística, el cuidado vestuario y la excelente fotografía contribuyen a redondear el producto en este apartado. Sin embargo, la cinta no alcanza las cotas de valoración que por su forma hubiese merecido debido a su desarrollo ciertamente anodino y a la pobre descripción de caracteres que ofrece. Se echa en falta más empaque emocional y una mayor profundización en los personajes, en la línea seguida por Kenji Mizoguchi en su último trabajo, La calle de la vergüenza, que también se adentraba en el mundo de la prostitución.
Cinéfilamente hablando, a lo largo de L´apollonide encontramos referencias más o menos claras a filmes como El placer, de Max Ophüls (la camaradería entre las prostitutas y el tratamiento finisecular del relato); El hombre que ríe, de Paul Leni (la meretriz cuya sonrisa es marcada a lo Joker recuerda mucho al personaje de Conrad Veidt); Gritos y susurros, de Ingmar Bergman (ciertos aspectos de la puesta en escena); o Eyes Wide Shut, de Stanley Kubrick (las bacanales con máscaras, las referencias a los sueños y la atmósfera noctámbula del Relato soñado de Arthur Schnitzler).
Toda la acción transcurre en el interior del burdel (una jaula dorada), a excepción de una secuencia campestre que nos hace pensar en Una partida de campo de Maupassant y en Almuerzo sobre la hierba de Manet. Bonello concibe la prostitución como una forma eufemística y aceptada de esclavitud que se prolonga hasta nuestros días, de ahí la contemporánea escena final que remarca la vigencia de lo contado (innecesaria en mi opinión, puesto que rompe con la homogeneidad formal de la película y no hace sino subrayar una lectura que ya era bastante evidente).
La ecléctica banda sonora combina piezas compuestas por el mismo realizador, obras de Mozart y Puccini, y temas populares como The Right To Love You de The Mighty Hannibal o Nights In White Satin de The Moody Blues.
Sería injusto finalizar el comentario sin hacer alusión a la espléndida labor interpretativa llevada a cabo por parte de todo el reparto femenino. De la mano de este grupo de talentosas actrices conocemos tanto las normas que rigen la vida en el lupanar como las perversiones y parafilias de la alta y decadente sociedad parisina.
Hola,Ricardo: La película no la he visto; pero me gusta esa ecléptica banda sonora que me ha permitido recordar la canción de Moody Blues, que me encanta y que hacía tiempo no escuchaba y descubrir a Giácomo Lauri-volpi que no conocía.
ResponderEliminarUna curiosidad: ¿La foto de cabecera, fue en un principio de Eyes Wide Shut, o empiezo a sufrir alucinaciones de estar tanto tiempo ante la pantalla?
Buen fin de semana. Un abrazo
Hola, selegna:
EliminarA mí el tema de los Moody Blues me parece un auténtico baladón. Te recomiendo "L´apollonide", creo que te gustará, aunque no sé cuándo se estrenará en España.
Sí, tuve una foto de "Eyes Wide Shut" durante unos minutos. Veo que no se te escapa una :).
Buen fin de semana también para ti.
Un abrazo.
Hola Ricardo:
ResponderEliminarTal como dices, la influencia de Maupassant en la película es gigantesca, desde los aspectos más globales de la obra a algunos detalles intertextualizados de muy buena manera, por ejemplo, de "La casa Tellier", donde hay una de las prostitutas que le dicen judía por su fisionomía y que se encuentra en el piso de arriba del burdel, o el farol que se ilumina o apaga dependiendo de si está abierto o no.
Gran reseña.
Saludos,
Hola, Esteban:
EliminarQué maravilla ese cuento del maestro francés y qué brillantemente fue adaptado por Ophüls en "El placer". Gracias por recordármelo.
Un saludo.