Por Antonio Miranda.
Resulta complicado no acercarse
de forma casi abrupta, por cualquier amante del arte y la música, a la carrera
artística del compositor irlandés, uno de los genios indiscutibles (y
desconocidos) del Arte en toda su dimensión. Muy cercano a los matices del minimalismo
orquestal absoluto y fabricante de sentimientos drásticos, Cassidy mantiene en
toda su obra un estudio y una meditación intelectual envidiables por cualquier
artista y al alcance de pocos de ellos. No obstante, arduo de escuchar y
comprender.
Recordado
(o intuido) por muchos gracias a su magnífica aria para la banda sonora de
‘’Hannibal’’, ‘’Vide cor Meum’’ (pero con trabajos maestros a sus espaldas y
exuberantes colaboraciones con la mejor voz del panorama actual, Lisa Gerrard),
Cassidy nos presenta en ‘’Calvary’’ una partitura trascendental y pensada,
reflejo absoluto del estado de ánimo y desasosiego vital del padre James
Lavelle, en toda su extensión mantenida por notas constantes, sencillas y
melódicas. A los pocos minutos de iniciada la historia comprenderemos su forma
(aparte el significado): no podría fabricar el compositor una estructura
compleja cuando ella misma se refiere a la vida de un hombre entre habitaciones
rústicas, discursos de bondad e intenciones correctas. Igualmente siendo el
punto de apoyo de los recuerdos del pasado y la melancolía de los seres
queridos que ya no están.
John
Michael McDonagh, el director, va enlazando una historia en principio algo
deslavazada pero que, con astucia, hace centrar la atención del espectador en
el ámbito intelectual. Tanto número de personajes, visitas y sermones varios
del párroco nos llevan, aderezados los instantes por pequeños fragmentos de la
partitura, a pensar únicamente en la figura del cura, que vive triste algún
seguro acontecimiento trágico de su pasado que más tarde, cuando todas las
historias confluyen (en el bar del pueblo), podemos comprender. El empleo,
durante la primera parte de metraje, de canciones típicas del folclore irlandés
en situaciones radicalmente mundanas y el uso de la partitura original en los
instantes más sustanciales nos presentan una base fundamental en el filme: el
hastío vital y la desgana por la existencia (por un lado) y la vulgaridad que
acoge la vida (por otro) cuando una y otra faceta se unen. Cassidy se presenta
ya con la voz (en la obra como instrumento solista importante y metafísico),
dejando claro el camino que su trabajo va a tomar. Es lo primero que
escuchamos. Poco a poco irán intercalándose las canciones elegidas por el
director con los ya mencionados pequeños cortes de los temas compuestos por
Cassidy. La habilidad del artista es mayúscula, tomando la forma de una quietud
y templanza musical pocas veces escuchada, incluso en las dos secuencias
máximas de la historia. La primera de ellas ocurre en la mitad de los sucesos,
asistiendo el padre Lavelle a un herido de muerte, consolando al tiempo a su
mujer. Aparece entonces con fuerza (y por vez primera) el segundo de los temas
de ‘’Calvary’’(tras el pequeño desarrollo del primero durante los instantes
iniciales), contenido, dramático, arquetipo de la Belleza. Alcanzada su
presentación en la película, Cassidy (anudadas ya las historias vitales y
mundanas de los personajes del pueblo) desarrolla su máxima presencia y
habilidad en el conjunto. Aguarda pacientemente, sin hacer presencia, el otro
momento importante, referido ahora a la esfera terrenal (el religioso cae de
nuevo en el vicio del alcohol, escuchándose en plenitud una de las canciones no
originales para el filme) y agolpa entonces su aparición absoluta en el
desenlace.
Patrick Cassidy.
El
final de ‘’Calvary’’ no puede llegar a explicarse con unas letras. Lo que el
compositor es capaz de provocar en este momento, en la secuencia última, es de
una fuerza tan grande que un acontecimiento dramático llega a ser tratado
mediante la hermosura sin ningún tipo de grieta ni peligro. El riesgo es
máximo: el genial artista comienza el momento con un par de notas agudas
mantenidas y los graves anunciando la llegada de la voz. Terrible, verdadero,
trágico, sublime… Es indiferente la postura que hayas mantenido durante todo el
filme: la tristeza, la ternura, el dolor…saldrán sacudidos de pronto de tu
interior escuchando una simple nota. A juicio de quien esto escribe, de los
finales de historia más arrolladoramente controlados por la música. Absoluta
belleza. Lirismo etéreo.
En
conclusión, nos encontramos ante un trabajo excepcional, un minimalismo sacro
que, ya por serlo, no suele ser reconocido lo que en verdad merece, aspecto
también que le otorga, para el estudioso profundo, un atractivo mayúsculo si
cabe. Sin lugar a dudas, de las mejores composiciones de los últimos tiempos y
un artista y obra que cualquier amante de la música minoritaria debiera
escuchar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario