Por Antonio Miranda.
‘’… Entonces me amas
completamente…’’.
La conclusión a la que llega Camille
tras una serie de triviales preguntas a su amado es, sencillamente, ridícula.
Resulta artísticamente embriagador el estudio musical de los inicios de
cualquier película y, en ‘’El desprecio’’, no es menor la ocasión de disfrutar
al máximo de ello. Podría asegurar que se trata de uno de los comienzos de
historia, en gran pantalla, que más impulsa la grandeza de su banda sonora. La
conversación absurda del hombre y la mujer (desnudos) en la cama nos da a
conocer la burda realidad cotidiana de la relación de pareja y, más allá, del
amor en sí. Godard, el director, unta la secuencia con, por un lado, el
remilgado y quejumbroso sentido romántico del género femenino y, por otro, con
la estúpida actitud de conformismo del masculino. Nos encontramos ante un
planteamiento inicial interesantísimo que se puede proyectar al resto del filme
y cuya cotidianidad contrasta, drásticamente, con las hermosas, y realmente
románticas, notas del genial músico francés el cual, indudablemente, encarna en
la historia un papel protagonista. Delerue y su partitura no suenan, no
describen, ni siquiera narran: son un personaje más del reparto. Un personaje,
como digo, de una presencia constante y metafísica, chocando voluntariamente
contra las costumbristas escenas que reflejan el amor cotidiano (rechazable,
insípido y voluble pero practicado por todos los mortales). En ‘’El
desprecio’’, la música representa el verdadero Romanticismo.
La estética del filme, siguiendo los
cánones de la ‘’Nouvelle Vague’’, es un matiz en claro contraste con la
vertiente clásica de la música de Delerue. ¿Por qué? Tal vez el uso de una
técnica compositiva más arriesgada no hubiera ofrecido este contraste
mencionado y se hubiera convertido en un elemento más, pero sin demasiada
importancia, que hubiera enmarañado todo el entramado. Mantener la idea de la
música dentro del filme es potenciar la función novedosa de la obra y centrar,
aún más si cabe, la intención que se pretende. Un ejemplo claro lo tenemos
cuando ‘’el Ulises’’ de ‘’La Odisea’’ que se está rodando aparece, torpe en
movimientos, nadando en el mar e izándose hasta una roca; suena la música dulce
de la partitura y enlaza la imagen grotesca y realista con el cielo embriagador
y hermoso. Un sencillo e inteligente choque que marca los lindes de las
intenciones cinematográficas del director con habilidad.
‘’El desprecio’’ posee dos líneas
argumentales, por un lado el conflicto de pareja y por otro el que aparece
entre director y productor a la hora de dar cuerpo a una obra cinematográfica.
Es decir, dos ámbitos directos y claramente realistas que podrían llevar a
negar la postura sobre la música que quien esto escribe ofrece. Igualmente valdría el atrevimiento de
adjuntar las melodías suaves y dulces de Delerue con la figura femenina,
hermosa y delicada, de la protagonista y no llevarla hasta conceptos tan
teóricos como el Romanticismo puro. Así ocurre cuando ella y él (el productor americano) se ven por vez
primera. La llegada de la chica, que aparece en pantalla después de la escena
inicial, es inquietante y llena de esplendor, todo gracias al inicio del tema
principal que el músico compone para el filme. Pero sería muy cómodo quedarse
aquí y no estudiar las intenciones de director y compositor de llevar más allá
de la belleza de unas curvas visuales la creación de tan sublimes notas. Éstas
suenan durante todo el metraje, iniciadas la mayoría de las veces cuando está
presente la bella Camille en primer plano de importancia, y sí, nos conducen
inexorablemente a su imagen, pero como símbolo de la belleza y la grandeza de
la verdadera idea de Romanticismo. La
escena inicial lo define: una mujer con el discurso tan pobre como el que se
muestra en ese momento no puede ser la referencia única de una partitura tan
sublime. Sería, simplemente, un gran error.
La
parte del amor que más se aproxima al
concepto de Romanticismo mencionado es, sin duda, el dolor y la tragedia
sentimental. Adoptemos entonces, si cabe, esta idea como enlace que sirve al
compositor para mostrar su obra y reflejar, desde el inicio, la llegada de los
acontecimientos. Es un hecho curioso: mientras la relación de pareja se va
enfriando y rompiendo, la música mantiene la misma línea: triste, melancólica.
Director y artista han optado por no llevar a ambas sobre franjas paralelas y
sí, con la partitura, anunciar el desenlace desde un comienzo que, como digo,
sería la parte más próxima a la idea filosófica del Amor que se quiere
transmitir con el cuerpo de las notas del músico francés. No obstante, un punto
flojo en el trabajo y que hace frenar la subida en calidad que pudiera intuirse
en la obra es, decisión en su mayor parte del director, usar el tema principal
una y otra vez hasta tal punto que llega a cansar su escucha, quizá no para el
espectador inmerso absolutamente en la trama, pero sí para cualquier estudioso
de las composiciones para cine. Una pena, pero Delerue se ve limitadísimo a la
hora de componer y consigue, ligeramente, un par de versiones del tema que se
pueden escuchar en algún instante, curiosamente los momentos ‘’narrados’’ por
la partitura que más cuerpo y calidad alcanzan (al sincerarse los protagonistas
por separado, con su voz en off, pero intercalados los pensamientos por el
director y, minutos más tarde, al pronunciar Camille el desprecio que siente
hacia su marido). No obstante, por otro lado, este pequeño matiz negativo se
puede compensar con otra interpretación, muy atractiva, del papel de la música
en el filme: el comentado protagonismo como si de un personaje importante más
se tratara. A tal fin, el carácter repetitivo y único de la melodía principal,
sin apenas variaciones, le ofrece un cuerpo con auténtica presencia hasta
llegar a ser identificado como tal, como un miembro más de la trama.
Georges Delerue.
La
partitura no se deteriora y la relación sí. La música nos habla siempre;
nuestro cónyuge dejará de hacerlo muy pronto. Las notas nada guardan de ironía;
las conversaciones de pareja lo harán, sin duda. La composición es eterna; el
amor, no. El trato de uno con otro llega a ser violento; el sonido: siempre
delicado. Aquí se encuentra el punto clave de la historia vista desde la música
de Delerue. Un desarrollo muy equilibrado y que guarda esta orientación incluso
en el desenlace final. Como he dicho: la
música nos evade hasta la filosofía del Romanticismo tomando como proyector de
su idea la belleza de una mujer que, en verdad, no sufre sino el dolor vital de
creerse romántica (y no serlo).
En
conclusión, una obra limitada en duración pero intensa en planteamiento. No de
las creaciones más altas del compositor pero sí con un valor, plasmado en la
imagen, muy alto. Delerue, siempre delicado y hermoso.
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