“Los recuerdos, buenos
o malos, no desaparecen”.
El
agente de policía Zhang Zili (Fan Liao), abandona el cuerpo tras la muerte de dos
de sus compañeros en el transcurso de una investigación de asesinato no
resuelta. Cinco años más tarde, degenerado ahora en guardia de seguridad
alcohólico, Zhang retoma la pista del caso con la intención de resolverlo.
Extraño
y gélido thriller negro que le valió
al realizador chino Diao Yinan el Oso de Oro a la Mejor película en el Festival
de Berlín de 2014, certamen en el que también fue premiado con el Oso de Plata a la Mejor interpretación masculina Fan Liao, su actor
protagonista. Black Coal constituye
un ejercicio cinematográfico irregular, en el que, como suele ocurrir con otras
muchas cintas asiáticas actuales, su hipnótico tratamiento visual contrasta con
su inconsistencia narrativa y su vacuidad temática.
La
acción arranca en el año 1999, fecha en la que aparecen diversos restos humanos
repartidos por varias fábricas de carbón ubicadas en diferentes provincias de
China. Zhang Zili, que acaba de ser abandonado por su esposa, es uno de los
agentes encargados de investigar el caso. Tras un tiroteo contra unos
sospechosos en el interior de una peluquería, dos de sus compañeros mueren. Una
brillante elipsis a través de un túnel nos conduce hasta el año 2004. Ahora
Zhang es un borracho que se encarga de la seguridad de una pequeña empresa. Los acontecimientos
sucedidos un lustro atrás parecen haberlo hundido en la depresión y el
alcoholismo. Sin embargo, cuando se entera de que la policía investiga una
serie de nuevos asesinatos vinculados a la silenciosa dependienta de una
lavandería (Lun Mei Gwei), Zhang, quizá atraído por la mujer, comienza a
indagar por su cuenta. Grosso modo, esta es la interesante trama del filme que
nos ocupa, aunque el director se empeña una y otra vez en hacerla confusa a lo
largo de su desarrollo. Existen lagunas narrativas, contradicciones y falta de
claridad en la exposición de los hechos, lo que termina por lastrar a un
conjunto pausado que destaca por su atrayente envoltorio formal (magnífica fotografía
de Dong Jingsong).
Lo
mejor de Bai ri yan huo, es, sin duda
alguna, la plasmación gélida y desolada de la China urbana y capitalista.
Impresionante uso de la iluminación a base de luces de neón en las escenas
nocturnas. Una lástima lo de sus deficiencias a nivel narrativo, podría haber sido un título estupendo.
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