Por Antonio Miranda.
La primera media hora de metraje
fija con personalidad el camino por el que el compositor de Una historia de
violencia se moverá con claridad: dos extremos, unidos por el mismo sentido
musical, que son el lado romántico y hermoso de las melodías y, por otro, su
toque siniestro, aunque nada frenético sino complejamente compuesto para
momentos directos y breves. Ambos lados, opuestos, son hábilmente entrelazados
hasta llegar a pasar desapercibidos en la narración de la historia y al punto
de convertir al protagonista en dicho nexo físico en la obra, el cual, de la
misma forma, se desdobla en la interpretación de Viggo Mortensen en dos
existencias, cada una elemento básico de ambos extremos mencionados.
Resumiendo: una estructura compositiva que va desde la partitura de Howard
Shore hasta la trama en sí del genial director, David Cronenberg, todo
exquisita e inteligentemente unido.
La tensión del metraje es absoluta.
Podríamos enquistarnos en la simple contemplación de instantes tranquilos y
rutinarios combinados con escenas inquietantes. Va más allá. Shore describe las
primeras con una partitura, como antes ya he apuntado, romántica y hermosa,
tranquila (recordando voluntariamente por parte del autor su gran composición
para El señor de los Anillos), pero astuta y delicadamente ornamentada con
ligeros y chispeantes toques de intriga con los que se tensiona constantemente
al espectador, recordando la realidad de lo que está sucediendo. Las segundas,
magistrales. Los instantes de más inquietud (que rozan la violencia,
puntualmente mostrada en la historia) son narrados por el compositor canadiense
desde diversos planos, pero siempre sin perder la unidad y van desde la
magnífica pieza de acción en la que el protagonista corre desde el bar a su
casa, hasta la llegada de los gánsteres a la residencia familiar, exigiendo al
protagonista que les acompañe. Ambas, lujosas. Las dos violentamente
compuestas, la primera con una orquesta embravecida y la segunda mediante
cuerdas estudiadas que llegan a cortar la respiración de la magnífica
secuencia, continuando varios minutos hasta convertirse en el inicio del salto
que música e historia provocarán en el conjunto y que, prácticamente siguiendo
la misma orientación y dejando ya de lado la vertiente más romántica, se prolongará
hasta el final.
Howard Shore.
En conclusión, un trabajo muy
medido y estudiado que, empastado a imagen e historia, alcanza un gran nivel
pero que al resultar, musicalmente hablando, de una continua evocación a
estilos y melodías de pasadas partituras del compositor, baja notablemente su
nivel ya que, comparándolas con aquellas, son tratadas mediante un método mucho
más débil y relajado. Buen resultado final, pero lejos de los altísimos
umbrales artísticos que ha conseguido Howard Shore a lo largo de su sobresaliente
carrera.
para la proxima reseñen el soundtrack de taxi driver o chinatown.
ResponderEliminarHola, anti, taxi driver vendrá, aunque Herrmann ya fue reseñado hace poco con Vértigo e intento, al menos al inicio de la colaboración en el blog, variar en cuanto a compositores, géneros y estilos. Chinatown la apunto, sin duda, un score genial!!!!
EliminarAún no he tenido la ocasión de ver "Una historia de violencia", pero sí he escuchado el tema que has insertado en la reseña. Su música me da la sensación de tranquilidad e inquietud al mismo tiempo, aunque tratada con suavidad. Como siempre, muy interesante la reseña que apuntas. Un saludo.
ResponderEliminarP.D: No sé si ya habrás publicado una reseña dedicada a la banda sonora de "Psicosis del maestro inglés. Dicen que escuchar su música sin ver sus imágenes es una experiencia sensorial única.
Hola, Lumiére!!!!. Psicosis está entre las cinco mejores composiciones para cine de todos los tiempo, a mi entender. Es exquisita, poderosa. Será la próxima de Herrmann que haré, y con muchísimas ganas.Tu comentario me anima a incluirla antes de lo previsto. Un saludo!!!
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