Tras la explosión de un coche en una localidad fronteriza entre México y Estados Unidos, el agente de policía mexicano Vargas (Charlton Heston), que acaba de contraer matrimonio con una joven norteamericana (Janet Leigh), y el capitán Hank Quinlan (Orson Welles), se harán cargo de una investigación en la que sus opuestos métodos de actuación acabarán por chocar.
Soberbia pieza cinematográfica en la que el genio de Welles da rienda suelta a su imponente estilo visual para conformar una de sus obras mayores. Sólo un cineasta de su inigualable talento podía transformar en arte la modesta novela Badge of Evil de Whit Masterson.
Se trata de una enmarañada y sórdida historia de corrupción, crimen y traición puesta al servicio del admirable barroquismo formal de su autor.
Mediante una recargada y expresionista puesta en escena, el realizador nos conduce por un sombrío universo de tugurios, moteles baratos, alcohol y drogas, en el que el idealismo ingenuo de unos se confrontará con la desencantada mezquindad de otros, sin esperanza de que pueda dilucidarse cuál de las dos partes tiene razón.
El propio Welles, que se puso nariz postiza y relleno para aparentar más peso, interpreta de forma extraordinaria al ambiguo Hank Quinlan: uno de los caracteres más fascinantes y amargos del cine norteamericano; despreciable en sus formas, en cierto modo justificadas por una tragedia del pasado, pero profundamente íntegro en su fondo. Ante la titánica presencia wellesiana, ya hace bastante el resto del reparto con mantener el tipo, destacando la composición de Heston como improbable ciudadano mexicano, y la de Janet Leigh como su sufrida mujer. Mención aparte merece el magnético rostro de la Dietrich , que aquí regenta un local de mala muerte del que emanan los acordes de una vieja pianola.
La película comienza con el ya célebre plano secuencia que, a día de hoy, sigue constituyendo una de las escenas más complejas en cuanto a elaboración y ejecución de la historia del cine. No le van a la zaga otros momentos de la cinta, como el también plano secuencia en el que se registra el apartamento del principal sospechoso, o el pesadillesco y alucinado tramo final en el que Welles experimenta con la imagen y el sonido.
La música de Henry Mancini, que combina rock and roll, jazz y sonidos latinos; y la fotografía de claroscuros de Russell Metty, contribuyen a redondear esta imprescindible, y todavía moderna, obra maestra.
ufff... ¿que puedo decir? simplemente una de mis peliculas favoritas, una verdadera obra maestra de este genio expresionista!!!
ResponderEliminarAaaay amigo mio... Qué escalera hacia el cielo (como cantaban los Led Zeppelin)llevamos con tus últimas cuatro entradas.
ResponderEliminarCon "Sed de mal" lo acabamos de tocar, es una de mis "10" favoritas de todos los tiempos, simplemente brutal.
Espero poder analizarla tan bien como tú cuando le llegue su turno en ciclos de cine.
Hasta entonces seguiré disfrutando de su maligno toque sin tener que agobiarme con el proceso de plasmar y conciliar tanta genialidad y devoción en una reseña.
Un abrazo camarada.
¿Alguien se puede cansar de ver el arrebatador arranque de "Sed de mal", auténtico alarde de sabiduría cinematográfica? Yo no, y si encima le acompaña la pieza musical que Henry Mancini creó al efecto, para que queremos más. Saludos.
ResponderEliminarCada película que cuelgas es mejor que la anterior.
ResponderEliminarA ver si me puedes aclarar un poco... creo que en esos momentos Wells tenía sus miras puestas en el Quijote...
Magnífica entrada
Hola, dan chaplin:
ResponderEliminarEfectivamente, el poderío expresionista de Welles es prácticamente incomparable. Buen gusto si está entre tus favoritas.
Un saludo.
Hola, David:
ResponderEliminarMe alegra que te estén gustando las últimas películas comentadas. Como tú bien dices, "Touch of Evil" es un filme simple y llanamente brutal. A ver si algún día me sueltas cuáles son tus diez favoritas entre las que incluyes a esta obra maestra.
Un abrazo, camarada.
Hola, Dickson:
ResponderEliminarYo soy de los que tampoco se cansa de saborear cada uno de los fotogramas que componen esta impresionante película.
Saludos para ti.
Hola, van halen:
ResponderEliminarWelles quería filmar su Quijote tras la finalización de "Mr. Arkadin" (1955). De hecho, en 1957 rodó algunas tomas en México, pero carecía de recursos para financiar el proyecto. Siempre que conseguía algo de dinero rodaba, pero ya sabes que jamás pudo finalizar la obra. El montaje que en 1992 presentó Jesús Franco, no es más que un chapucero borrador de la obra maestra que Welles hubiera conseguido de haber contado con los medios necesarios. Una lástima...
Gracias por pasarte nuevamente por aquí.
Un cordial saludo.
¿Dirías que Orson Welles es el mayor talento (potencial) que se ha puesto detrás de una cámara en toda la historia del cine? Sin duda, contaba con una personalidad y un sentido visual absolutamente extraordinarios. De los directores que más admiro.
ResponderEliminarHola, neordental:
EliminarEstá claro que Welles era un genio. Técnicamente hablando, sus películas son extraordinarias; aunque el fondo de las mismas no siempre es del todo interesante. A veces hay cierto desequilibrio entre continente y contenido, y el talento no consiste únicamente en ser brillante en la forma. Un grande en cualquier caso.
Un saludo.
Gran película del gran Orson Welles, de lo mejor del cine negro, el arranque es espectacular, pedazo de plano secuencia. Buena entrada, me gusta el cine y me gusta tu blog así que te sigo. Un saludo.
ResponderEliminarÁlvaro.
Hola, Álvaro:
EliminarBienvenido al blog. Sí, el plano secuencia inicial es de esos que deben ser estudiados en cualquier escuela de cine. Simplemente impresionante.
Un cordial saludo.