Por Antonio Miranda.
Complejísimo
análisis el que podría surgir de la obra de Luis Buñuel y la aplicación que él
mismo ideó en los años veinte (ya que habitualmente las películas mudas se
acompañaban de representaciones con música en directo) y ya para su aplicación
definitiva, tres décadas después. Hemos de simplificar su sentido a un cariz
narrativo y expresionista absolutos, siempre apoyando el lado surrealista de su
creación pero, al tiempo, dotando a éste de una fuerza y tono realmente
potentes, cambiando notablemente el resultado inicial por uno final más
completo y, al tiempo, complejo. Bien es cierto que de la idea nacida en los
años veinte no guardamos seguridad alguna. Lo único certero es el uso de las
notas del clásico compositor alemán, en un inicio abarcando el total de la
música de la obra de Buñuel que tratamos pero que, conocedor éste de la
aversión de la sociedad francesa seguidora del surrealismo por la música de
Wagner, redujo el contenido hasta combinarlo con un par de piezas populares de
tango argentino procedentes de grabaciones de los años cincuenta.
Dos
son las vertientes que ofrece la historia de ‘’Un perro andaluz’’, ambas
situaciones oníricas de los dos genios que dan cuerpo a la obra: Buñuel y Dalí.
Dos orientaciones musicales, igualmente, acompañan esta segunda versión de la
película en los años sesenta: el tango y la pieza clásica de la partitura de
‘’Tristán e Isolda’’. El primero (concretado en dos temas, uno de ellos
recurrente) lo escuchamos siempre en el interior de las habitaciones y la obra
de Wagner, en exteriores. La primera, más pasional y extrema, acompaña los
acontecimientos igualmente extremos (la cuchilla cortando el ojo, los
pensamientos sexuales del hombre hacia la mujer…); la segunda, mayor en elegancia,
sutil e intelectual, nos llevará a instantes más elevados e idealistas (el
paseo en bici, la muerte…), con el detalle estructural final de ambas piezas
escuchándose inicialmente en interiores para terminar en zonas abiertas como
simbología de su encuentro y fusión, como en numerosas ocasiones sucede con
objetos, sentidos y situaciones en el filme.
En
definitiva, ejemplo de la importancia en segundo plano, pese a la continua
presencia en pantalla, de la música en una obra maestra del séptimo arte y de
cómo puede influir la composición en unas imágenes preconcebidas sin ella.
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