"La creencia en algún tipo de maldad sobrenatural no es necesaria. Los hombres por sí solos ya son capaces de cualquier maldad".
(Joseph Conrad)
Alemania, 1913. En vísperas de la Primera Guerra Mundial, una serie de
misteriosos actos violentos perturban la apacible vida de un pequeño pueblo
protestante.
En las elecciones de 1933, el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán,
Partido Nazi, se convirtió en la primera fuerza política del país teutón de
manera absolutamente legal. Luego vendrían el incendio del Reichstag, la noche
de los cuchillos largos, el Estado totalitario, el Anschluss, el inicio de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto.
Pero, ¿qué fue lo que condujo a los ciudadanos alemanes a dar su pleno apoyo a
un genocida como Hitler? ¿De dónde provenía tanto odio y rencor? ¿Cuál era la
raíz de semejante maldad? En Das weisse Band - Eine deutsche
Kindergeschichte, filme ganador de la Palma de Oro en el Festival de
Cannes, el prestigioso director germano-austríaco Michael Haneke, trata de
ahondar en los orígenes del fascismo a través del estudio de la conducta moral
y cívica de los habitantes de una pequeña comunidad protestante situada al norte
de Alemania. Su tesis, aunque esforzada, resulta sin embargo un tanto simplista, ya que todo
queda reducido a una mera consecuencia de lo que supuso la puesta en práctica
de una educación severa y religiosa, omitiéndose otros factores mucho más
importantes de tipo social, cultural e histórico. En realidad, la semilla del
fascismo se sembró con el Tratado de Versalles de 1919. En él, además de las
duras sanciones económicas, políticas y territoriales impuestas por los Países
Aliados, la nación germana tuvo que soportar, no sin una intensa quemazón, ser
señalada como la única responsable del desencadenamiento de la Gran Guerra.
La acción de la película transcurre a lo largo de un año, entre el verano
de 1913 y el de 1914. El antiguo maestro de la escuela (Christian Friedel,
aunque la voz del envejecido narrador pertenece a Ernst Jacobi) recuerda
apesadumbrado los hechos acaecidos durante ese convulso período. Todo comienza
con el fallido intento de asesinato del doctor (Rainer Bock), al que siguen
sucesos aún más truculentos que terminan por desconcertar a una comunidad
incapaz de hallar a los culpables. Algunas pesquisas apuntan a los hijos del
pastor (Burghart Klaußner), unos niños de apariencia angelical atormentados por
las estrictas normas que rigen su hogar. Su presencia, en principio ingenua y
carente de perfidia, acabará tornándose tan inquietante como la de aquellos
otros infantes, igualmente rubios, que causaban pavor en El pueblo de los malditos (Village
of the Damned, 1960), de Wolf Rilla.
Haneke rodó la cinta en color, siendo convertida a blanco y negro en el
proceso de postproducción. Su puesta en escena, de rigurosa sobriedad, aparece influida por el ascetismo dreyeriano. La sombra de otro gran cineasta
europeo, como es el caso de Ingmar Bergman, también se posa sobre el filme en
determinados momentos. ¿Quién no piensa en el autor sueco, concretamente en su obra maestra Los comulgantes, mientras contempla la
(verbalmente) cruda escena en la que el doctor desprecia los favores sexuales de la comadrona?
La película, narrada de manera pausada y efectiva, posee un acabado formal extraordinario, destacando el uso por parte del realizador de largos planos fijos y planos secuencia. Sobresale asimismo la impresionante fotografía a cargo de Christian Berger (con qué belleza refleja el paso de las estaciones). El guión de Haneke, pese a lo estereotipado de algunos de sus caracteres, plasma a la perfección la estructura social jerárquica de la comunidad protagonista, que tiene en su cúspide a la figura del barón terrateniente (Ulrich Tukur).
Nos encontramos, en definitiva, ante un ejercicio fílmico notable, aunque no se trate, como algunos vienen afirmando, de ninguna obra maestra.
La crítica ha sido parcialmente modificada a partir de mi último visionado de la película.
ResponderEliminarSinceramente no me gusto, me ocurrio lo mismo que con "La pianista", me dejo bastante frio, mas alla de que contenga algunas imagenes sorprendentes, siento que todo es una coraza medio vacia. Un intento fallido. Como si el problema de esta pelicula es que Haneke haya querido contar demasiado, tanto que la pelicula pareciera hacerse eterna.
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