Tras descubrir el cuerpo sin vida del amante de su hija Bea (Geraldine Brooks), la señora Harper (Joan Bennett), sospechando que la joven lo ha asesinado, decide mover el cadáver y llevarlo al mar. Poco después, el misterioso señor Donnelly (James Mason) comenzará a hacerle chantaje amenazándola con entregar a la policía una serie de cartas que Bea había escrito al asesinado.
The Reckless Moment fue la última película que Max Ophüls dirigió en Hollywood tras la magistral Carta de una desconocida (Letter from an Unknown Woman, 1948) y la interesante Atrapados (Caught, 1949). Se trata de un filme que se sitúa a medio camino entre el cine negro y el drama psicológico.
A los que conocen la etapa europea posterior del director alemán, les puede sorprender su incursión en un género tan aparentemente alejado de su obra; sin embargo, tanto aquí como en Caught, Ophüls, como indiscutible auteur que era, supo llevar las constantes estilísticas y temáticas del noir a lo que a él más le interesaba: exponer el retrato psicológico de una mujer sufridora.
La guapa Joan Bennett, convertida en icónica femme fatale de los cuarenta en manos de cineastas como Lang o Renoir, es ahora una ejemplar madre de familia. La ausencia permanente de su marido por cuestiones profesionales, hace que ella sea la principal responsable de la educación de sus hijos y del buen funcionamiento de la casa. Ophüls la desposee de ese halo misterioso y atrayente que la caracterizaba en otros trabajos, presentándola como una mujer corriente. No se conforma con someterla a una vida insulsa y estresante, sino que, además, la pone a prueba con la inclusión en su existencia de un crimen y un chantaje. ¿Podrá soportarlo? El drama está servido.
Más matices posee el personaje compuesto por el siempre refinado y excelente James Mason, la auténtica figura trágica de la cinta, un pobre diablo que pasará de verdugo a patética víctima como consecuencia del progresivo afecto que va sintiendo hacia la protagonista.
Como en cualquier otro filme del autor de Madame de…, el trabajo de cámara resulta exquisito, constituyendo cualquiera de las secuencias que lo conforman un brillante y elegante ejemplo de planificación y ejecución de la puesta en escena.
Si les gusta el género negro, son admiradores del cine de Ophüls o simplemente disfrutan con las grandes películas, no se pierdan la espléndida Almas desnudas.
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