Iván (Nikolai Burlaiev), chico huérfano de doce años, realiza durante la Segunda Guerra Mundial misiones de reconocimiento para el ejército soviético. Sus superiores: el capitán Kholin (Valentin Zubkov), el coronel Gryaznov (Nikolai Grinko) y el joven teniente Galtsev (Yevgueni Zharikov) quieren alejarlo de la lucha, pero se topan con la insistencia y tozudez del pequeño.
Ópera prima de Andrei Tarkovsky; poética y conmovedora, primera piedra del excepcional monumento cinematográfico que supone la filmografía del genio ruso. Se alzó con el León de Oro en el Festival de Venecia.
Si alguien desea iniciarse en la obra de Tarkovsky debe comenzar por el visionado de la cinta que nos ocupa, su película más asequible si la comparamos con la complejidad místico-filosófica de sus trabajos posteriores. Esa aparente sencillez no impide sin embargo, que nos encontremos ante un bello, y por momentos mágico, relato antibélico.
El cineasta aceptó dirigir este filme, inicialmente planificado para otro director, y la reducción del presupuesto del mismo, a cambio de poder empezar desde cero. Aunque no aparece acreditado, introdujo junto con Andrei Konchalovski importantes alteraciones en el guión, que adaptaba un cuento de Vladimir Osipovich Bogomolov.
En la película destaca la hermosa concepción de las secuencias oníricas, cuatro en total, que muestran la extraordinaria capacidad de su autor para captar el esplendor vital de la naturaleza. El agua, elemento que en Tarkovsky hace alusión a la parte espiritual del ser humano, es protagonista en todas. Estas luminosas y embriagadoras secuencias contrastan con el horror y los claroscuros de la realidad bélica, donde el mundo femenino de los sueños (en ellos aparecen la madre y la hermana de Iván) da paso a otro eminentemente masculino y desalentador.
Ingmar Bergman dijo en una ocasión que Tarkovsky era el director más importante porque había creado un lenguaje nuevo que se correspondía con la esencia del cine, ya que presentaba la vida como reflexión, la vida como un sueño. Esta superposición entre realidad y sueño será una constante en el resto de su obra.
En el ámbito interpretativo cabe resaltar la naturalidad con la que Nikolai Burlaiev da vida al personaje de Iván. El director volvería a contar con él en Andrei Rublev para interpretar a Boriska, el fundidor de la campana.
Tras el éxito internacional a nivel crítico de La infancia de Iván, Tarkovsky se embarcó en la escritura del guión de una de las películas más importantes de la historia. Andrei Rublev consolidó su enorme talento como cineasta y supuso el inicio de sus problemas con las autoridades soviéticas.
Genial pelicula...el final es escalofriante!!
ResponderEliminarHola, Grant Meliksetian:
ResponderEliminarUn final muy triste, sí. Se le coge mucho cariño a este testarudo jovenzuelo a lo largo del filme.
Gracias por tu comentario.
Un saludo.
He iniciado mi andadura, sé que sólo es el comienzo, en el cine de Tarkovsky con La infancia de Iván.
ResponderEliminarNo tengo por costumbre leer críticas antes de ver una película pero contigo hago la excepción.
Gracias por este blog, para mí todo un (p)referente en el mundo del cine
Saludos
Hola, icaro:
ResponderEliminarMuchas gracias a ti por estar ahí, sin gente como tú este espacio carecería de sentido. Espero que tu andadura en la obra del genio ruso sea satisfactoria y duradera :). La has comenzando precisamente donde yo creo que hay que iniciarla.
Un saludo.