“La
creencia en algún tipo de maldad sobrenatural no es necesaria. Los hombres por
sí solos ya son capaces de cualquier maldad”.
(Joseph
Conrad)
La
apacible rutina de una pequeña localidad costera de la región francesa de
Boulonnais, se ve alterada cuando la policía encuentra una vaca muerta en un búnker, y en el interior de ésta, los restos de una mujer descuartizada. El comandante Van der Weyden
(Bernard Pruvost) y su ayudante, el teniente Carpentier (Philippe Jore), se encargan
del caso.
En
un momento en el que las fronteras entre el cine y la televisión se hacen cada
vez menos perceptibles (las series de los grandes canales poseen presupuesto y ambición
cinematográfica, mientras que las películas de éxito terminan convertidas en
seriales), el realizador francés Bruno Dumont potencia la fusión de ambos
medios con P´tit Quinquin, miniserie
de cuatro episodios de unos cincuenta minutos de duración aproximada cada uno, que, pese a
ser concebida inicialmente para su estreno en el canal de televisión Arte, también se estrenó
en salas comerciales dada su buena acogida por parte de público y crítica. De
hecho, la revista Cahiers du Cinéma la
consideró la mejor producción audiovisual del año 2014.
El pequeño Quinquin,
al igual que buena parte de la filmografía previa del autor de L´humanité (1999), reflexiona en torno al
concepto del mal como algo que escapa a la naturaleza racional del ser humano.
El mal y los actos de pura maldad (como los macabros asesinatos llevados a cabo a lo
largo de los cuatro capítulos de la serie) se revelan incomprensibles, ajenos a
la razón. En tanto que inasible, el mal no puede ser abordado desde la lógica
(resultaría ilógico), por lo que Dumont opta por una perspectiva cercana
al absurdismo. Esa filosofía del absurdo (no olvidemos que Dumont tiene
formación filosófica), es reflejada a la perfección por los rostros idiotizados
y las elucubraciones sobre el caso del dúo de investigadores que conforman Van
der Weyden (innumerables los tics faciales de este comandante de la gendarmería
con nombre de pintor flamenco) y su ayudante Carpentier. La película (o la
serie), la cual ha sido comparada con más o menos fundamentos con series del
tipo Twin Peaks o True Detective, mezcla de modo
pintoresco el humor absurdo con el thriller
detectivesco en un marco rural en el que uno esperaría encontrarse con
cualquier cosa excepto con un cuerpo descuartizado en el interior de una vaca
muerta. No hay lugar que el mal no alcance, parece decirnos Dumont, menos grave
que de costumbre pero igualmente pesimista en su discurso.
La
trama consta de dos líneas narrativas paralelas y casi siempre confluyentes.
Por un lado está la línea de investigación que encabezan los dos policías, progresivamente
atónitos ante la sucesión de crímenes en la zona; y por el otro, la de las
correrías del pequeño Quinquin (Alane Delhaye) y su grupo de traviesos amigos.
El director ofrece un retrato grotesco y divertido de la comunidad en la que se
desarrolla la acción, así como de sus modos de vida, a la vez que introduce temas
varios como el engaño, el rencor o la dificultad para integrarse de
determinados miembros (el niño negro musulmán que termina radicalizándose). Es
una lástima que los personajes, incluidos los protagonistas, carezcan de
dimensión alguna más allá de su trazo caricaturesco.
Emulando
a su admirado Robert Bresson, con quien también comparte cierta sobriedad
formal, tempo pausado y el gusto por la utilización de piezas de música clásica
(aquí Bach), Dumont elige a un grupo de actores no profesionales entre los que
destaca un brillante Bernard Pruvost en su encarnación del comandante Van der
Weyden.
¿Que opinas de True detective y de en genral las series de HBO?
ResponderEliminarManu,
EliminarNo suelo ver series, aunque con 'True detective' hice una excepción (con la primera temporada). Me pareció estupenda. Buena atmósfera y un par de actores en estado de gracia.
Saludos.