“Es una miseria el
saber que alguien no se lamenta después de su muerte”.
(Giacomo
Casanova)
Siglo
XVIII. Casanova (Vincenç
Altaió) inicia un último viaje junto a su nuevo sirviente (Lluís Serrat) que lo
lleva hasta la inhóspita región de los Cárpatos, donde habita Drácula (Eliseu
Huertas).
El
siglo dieciocho o Siglo de las Luces, supuso un fuerte desarrollo del
racionalismo, el espíritu crítico, el anticlericalismo y la idea de la búsqueda
de la felicidad como objetivo primordial a la hora de organizar la sociedad.
Fue el siglo de los ilustrados Voltaire, Montesquieu o Rousseau, entre otros. Y
también el de Giacomo Casanova, nuestro protagonista, quien personifica (al
menos en esta película) los valores de la Ilustración europea. Frente a este
movimiento cultural e intelectual, surge a finales de la centuria otro movimiento
no menos importante: el Romanticismo. Los románticos anteponen los sentimientos
a la razón, y la subjetividad del yo interior a la objetividad de la nueva
ciencia. Història de la meva mort,
del inclasificable director gerundense Albert Serra, cuenta de un modo más
simbólico que narrativo el tránsito de una época a otra; el progresivo paso de
la luz a las tinieblas, a través de dos personajes a caballo entre el mito y la
realidad como son Casanova y Drácula. El filme se alzó con el Leopardo de Oro a
la mejor película en el Festival Internacional de Cine de Locarno de 2013.
La
particular propuesta de Serra, intencionadamente alejada de cualquier canon
comercial, se mueve siempre sobre el impreciso filo que separa al tedio de la
fascinación. Con un naturalismo visual cercano al del primer Herzog, la “trama”
discurre a fuego lento, muy lento, avanzando desde el drama histórico hasta el
relato fantástico con la aparición del personaje de Drácula. Una cámara casi inmóvil,
con predominio de planos fijos de larga duración, retrata los hábitos
cotidianos de un Casanova maduro y poco glamouroso (interpretado por el poeta y
ensayista catalán Vincenç
Altaió) al que vemos leer, comer, beber, tirar de anecdotario, fornicar y hasta
cagar. Unos cuidados encuadres y la hermosa fotografía a base de luz natural al
estilo Barry Lyndon (1975), de
Stanley Kubrick, otorgan al conjunto un carácter pictórico. El pintoresco dúo
que conforman aquí Casanova y su orondo sirviente Pompeu, recuerda mucho a los
Quijote y Sancho de Honor de Cavalleria, la obra con la que Serra se dio a conocer internacionalmente en 2006. De
hecho, Pompeu y Sancho están interpretados por el mismo actor.
Concuerdo con tu crítica, Ricardo. Esta película hay que verla en la sesión apropiada: ni la primera (momento de la siesta) ni la última (momento de la cena o la cama), pues de lo contrario puedes dormirte. Yo no sé ni si me gustó, pues la vi en la última sesión y, la verdad, me costó. Tengo pendiente un revisado en casa a la hora apropiada.
ResponderEliminarPor eso digo lo de la predisposición del espectador, fundamental para afrontar este tipo de películas. Y que conste que yo la vi a altas horas de la noche.
EliminarUn saludo.