“Cada uno de nosotros
tenemos en nosotros mismos un cielo y un infierno”.
(Oscar
Wilde)
Londres,
1886. El joven y atractivo aristócrata Dorian Gray (Hurd Hatfield), azuzado por
la particular concepción que de la existencia tiene Lord Henry Wotton (George
Sanders), vende su alma a cambio de obtener la eterna juventud. Él nunca
envejecerá; sí lo hará, en cambio, un retrato suyo pintado por un artista amigo
(Lowell Gilmore).
A
la espera de una adaptación definitiva que quizá nunca llegue, la que nos
ocupa, elegantemente escrita y dirigida por el siempre interesante Albert Lewin
(Pandora y el holandés errante),
supone la más conseguida de las aproximaciones cinematográficas a la obra
original de Oscar Wilde. Cabe recordar que El
retrato de Dorian Gray (The Picture
of Dorian Gray), publicada por vez primera en 1890, fue la única novela del
autor irlandés, y supone una especie de variación narcisista del mito de
Fausto.
El
retrato es el espejo del alma. De un alma corrompida por el pecado y la vida
disoluta. En él se muestran las huellas del tiempo y de las malas acciones. Es
la conciencia material de Dorian Gray. Su yo putrefacto. Su yo auténtico. Ese
yo que preferimos mantener escondido en el desván, alejado de las miradas
curiosas. La adaptación de Albert Lewin, aun siendo bastante fiel al texto
literario, lo simplifica sobremanera. Además, debido a la época en la que fue
producida, omite las connotaciones homoeróticas en la relación Basil/Gray que
sí estaban presentes en la novela, pasa muy de puntillas por los pasajes más
indecorosos y oscuros de ésta, y posee un discurso en exceso moralizante. A la
cinta le faltan atmósfera (el Londres victoriano da para mucho más), suspense y
tensión narrativa. Está bien contada, sí; pero abusa del recurso del narrador
omnisciente (demasiado presente) plasmado mediante su voz en off. Los decorados de interiores son
magníficos, y la fotografía en blanco y negro ganadora de un Óscar de Harry
Stradling, brillante. Supone todo un acierto, por el impacto que provoca, el
uso puntual del tecnicolor en algunos planos del retrato del protagonista.
En
el apartado interpretativo, contrasta la genial interpretación de George
Sanders (uno de los mejores secundarios de la historia del cine) como el
mefistofélico Lord Henry Wotton, con la inexpresividad de Hurd Hatfield, actor al
que quizá muchos recuerden por participar en un par de episodios de la mítica
serie de televisión Alfred Hitchcock
presenta.
Concuerdo contigo; "El retrato de Dorian Gray" posee una sensualidad y expresividad que difícilmente podrían ser trasladadas a la pantalla con eficacia. La novela no fue bien adaptada por los cineastas que lo hicieron y algo me dice que la novela no se adaptaría a los cineastas que lo harían bien, ¿qué le vamos a hacer? Por cierto, ¿hay alguna película "extraída" de la gran literatura que valores igual de soberbia (o incluso mejor dentro de sus propios términos)?
ResponderEliminarHola Sanctus Germanus,
EliminarNormalmente prefiero las adaptaciones libres a las literales. De entre las primeras destacaría a 'Apocalypse Now', que, en mi opinión, es un ejemplo magistral de lo que debe ser una adaptación libre pero fiel al espíritu de su precedente literario ('El corazón de las tinieblas'). Otro gran ejemplo podría ser 'Eyes Wide Shut', de Kubrick. En cuanto a adaptaciones más literales, me vienen ahora mismo a la cabeza nombres como los de Visconti o Ophüls, muy exquisitos ambos a la hora de trasladar el papel a la pantalla.
Un saludo.
Cierto, suelo olvidar que "Apocalypse Now" es una adaptación. En cuanto a los otros, todavía me falta ver algo de Ophüls, pero sigue en mi lista de pendientes desde que empecé a leer este blog. Y, ya que hemos tocado el tema de las adaptaciones literarias, ¿algún día podremos ver una reseña tuya de la maravillosa "L.A. Confidential"?
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