“¿Te importaría meterte en
el horno para limpiarlo?”
Becca
(Olivia DeJonge) y Tyler (Ed Oxenbould) son dos hermanos que viajan hasta
Pensilvania para pasar una semana en la granja de sus abuelos (Peter McRobbie y Deanna Dunagan), a los que no
conocen.
Eficaz
(y efectista) mezcla de terror, comedia negra y drama familiar con resonancias
del Hansel y Gretel de los hermanos
Grimm (los dos niños, la casa en el bosque, los dulces, el horno, la “bruja”),
que devuelve a la actualidad al otrora exitoso realizador hindú M. Night
Shyamalan. La película se encuadra dentro del subgénero found footage o metraje encontrado al estilo de El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Witch Project, 1999), donde
bajo la apariencia de un falso documental, toda la acción es filmada en primera
persona por los propios personajes del relato cámara en mano.
La historia transcurre a lo largo de cinco días (de lunes a viernes). Los dos
hermanos son enviados por su madre a casa de sus abuelos con el fin de redimir
una herida del pasado. No los conocen, pero sus referencias no pueden ser
mejores: dos ancianos entrañables que cuidan de su remota granja y ejercen como voluntarios en un hospital. Becca, sabionda aspirante a cineasta, ha
decidido grabar la experiencia en un documental (su objetivo último es
reconciliar a sus abuelos con su madre, que se marchó de casa siendo muy joven
por mantener una relación con un hombre mayor que ella). Su hermano pequeño, el
guasón Tyler, aficionado a improvisar rimas a ritmo de rap, la ayuda en su
cometido. Las filmaciones de uno y otro constituyen el total del metraje. Ambos
descubrirán pronto que el comportamiento de los viejos no es el más común entre
las personas de su edad, especialmente cuando cae la noche. “Será mejor que no salgáis de vuestra
habitación a partir de las nueve y media”, les dicen. Pero ya saben ustedes
aquello de que la curiosidad mató al gato…
Como
apuntábamos en el primer párrafo, la cinta se adscribe al subgénero found footage; aunque, a decir verdad, lo
hace de manera algo tramposa, porque Shyamalan, que también introduce su
habitual toque sorpresivo final, se preocupa por otorgar al conjunto un aspecto
visual más cuidado que el que caracteriza a ese tipo de producciones de bajo
coste (aquí los encuadres son perfectos hasta cuando la cámara cae al suelo).
Los
sustos, casi siempre “telegrafiados”, resultan, no obstante, efectivos; el
desarrollo de la trama causa inquietud, a pesar de cierto abuso del humor; y los
actores cumplen bastante bien. Como resultado, obtenemos un filme de género
estimable y sumamente entretenido. Superior (no era difícil) a los últimos trabajos del autor de
El bosque (The Village, 2004).
Ayyy, me temía mucho estas impresiones, la verdad, la veré porque va a ser un must de la pop culture pero con las expectativas en su sitio. Un abrazo.
ResponderEliminarPues cuando la veas nos cuentas qué te ha parecido.
EliminarUn abrazo.