"¿Cómo iba yo a imaginarme que esta ciudad estuviera hecha a la medida del amor? ¿Cómo iba a imaginarme que estuvieras hecho a la medida de mi cuerpo mismo?"
Una
actriz francesa (Emmanuelle Riva) que rueda en Hiroshima una película sobre la
paz, conoce a un arquitecto japonés (Eiji Okada) con quien mantiene una fugaz
relación amorosa.
El
seis de agosto de 1945, la bomba atómica eclosionó brutalmente sobre la superficie
de la ciudad japonesa de Hiroshima, provocando la muerte de unas ciento
cuarenta mil personas. Otras trescientas cincuenta mil resultaron heridas,
presentando malformaciones genéticas producto de la radioactividad que perduran
hasta el día de hoy. Quizá ningún otro acontecimiento histórico aúne de manera
tan paradójica los conceptos de progreso y barbarie. En un principio, Hiroshima mon amour iba a ser un
cortometraje documental al estilo Noche y
niebla (Nuit et Brouillard,
1955), pero gracias al guión de la novelista y también cineasta Marguerite
Duras, terminó convirtiéndose en el primer largo de Alain Resnais, amén de en uno
de los filmes más modernos y sugestivos jamás realizados.
La
película, más allá de su mensaje antinuclear y de la historia de amor imposible
que relata (en realidad son dos historias de amor), nos habla de la memoria: tema capital en el autor de Muriel.
De la memoria entendida como una noción mental en la que el pasado aborda al
presente, y en donde los distintos espacios físicos se conciben como uno solo
(las ciudades de Hiroshima en Japón y Nevers en Francia). De la memoria y también
del temor a que las nebulosas piezas que la conforman, caigan en el profundo (necesario)
abismo del olvido.
Un
primerísimo primer plano de dos cuerpos abrazados envueltos en polvo radioactivo
abre la cinta. Mediante el recurso del fundido encadenado, ese polvo va
adquiriendo poco a poco la forma de gotas de sudor que desprenden los cuerpos
de los dos amantes mientras hacen el amor. La voz en off de ambos, en constante diálogo, se superpone sobre imágenes de
la ciudad de Hiroshima después de la catástrofe atómica. Terribles imágenes de
archivo junto a otras del museo del horror de la ciudad, completan un primer
tramo extrañamente lírico debido a la prosa poética de Duras y a la minimalista música
de Georges Delerue y Giovanni Fusco. A continuación, los amantes innominados
(nunca sabremos sus nombres) aparecen tendidos sobre la cama, exhaustos y
felices tras su noche de pasión. Son dos desconocidos, pertenecientes a
diferentes culturas, que desde ese mismo momento comenzarán a conocerse; a desnudar sus almas el uno frente al otro en un encuentro de poco más de un día
que cambiará sus vidas para siempre.
La
realización de Resnais resulta extraordinaria en su plasmación y deambulaciones con la cámara por un espacio que es a la vez mental y cinematográfico. Sus indelebles imágenes
siguen el ritmo que marca el redundante y quizá excesivamente literario guión de
Marguerite Duras.
El film introduce el flash-back como elemento narrativo; la memoria se abre paso e intenta instalarse en un presente tan fugaz que es casi inexistente.
ResponderEliminarUna obra maestra.
Saludos.
Como apuntas, el "flash-back" está introducido de un modo bastante innovador para la época. Una película tremendamente moderna, incluso vista hoy en día.
EliminarUn saludo.
Una película fascinante, cautivadora, subyugante. Contigo he aprendido a poner a algunos franceses, a veces sobrevalorados, en su sitio. Pero el sitio de Alain Resnais con «Hiroshima, mon amour» desde luego es este. Yo también me uno: obra maestra, aunque peque un poco de literaria.
ResponderEliminarSaludos.
El guión de Duras me parece extraordinario, aunque, como señalo, demasiado literario. Por eso no le he puesto a la película las cinco estrellas redondas que quizá merezca.
EliminarUn saludo.
Excelente reseña Ricardo. Totalmente de acuerdo con la puntuación y con la certera reserva que haces por lo excesivamente literario del guión.
ResponderEliminarFelicitaciones !!!
Me alegra que coincidas conmigo, Marcos.
EliminarUn saludo.