Bella (Josette Day), para salvar la vida de su padre, un comerciante arruinado que se pierde en el bosque y va a parar al castillo de una bestia (Jean Marais), decide irse a convivir con el monstruoso ser, a pesar de que su terrible aspecto le cause temor y repulsión.
Tras unos créditos iniciales que el propio Cocteau, tiza en mano, escribe sobre una pizarra, se nos advierte a nosotros, los espectadores, sobre la necesidad de que nos dejemos llevar por la ingenuidad para así poder disfrutar de la historia que está a punto de sernos presentada.
El lirismo de sus imágenes, a caballo entre la fuerza expresionista y la fascinación surrealista, nos conduce a un embriagador universo de magia y fantasía en el que todo es posible. Un mundo de imaginería desbordada en el que brazos sin cuerpo sostienen candelabros, sirven vino o corren cortinas; donde pétreos bustos y esculturas vigilan con ojos curiosos lo que ocurre a su alrededor; y en el que las lágrimas se convierten en diamantes y un guante te puede trasladar al lugar que deseas.
Plagada de secuencias imborrables, destacaría aquella en la que Bella, envuelta en un halo de poética evanescencia, se adentra de forma cuasi ingrávida en las misteriosas estancias del hechizado castillo bajo los acordes de la deliciosa partitura de Georges Auric.
El actor Jean Marais, que por entonces era amante del director, acomete con solvencia su doble papel. Puesto que interpreta tanto a la bestia como al pendenciero Avenant; destacando, sobre todo, cuando actúa bajo el denso y velludo maquillaje de Hagop Arakélian, basando su brillante trabajo en la expresividad de sus ojos y el tono de su voz (imprescindible ver el filme en su francés original).
Tan convincente resulta su performance que, según se cuenta, en el momento de su estreno, al producirse su transformación en príncipe, la actriz Greta Garbo pronunció la ya célebre frase “¡Devolvedme a mi bestia! “.
Josette Day, por su parte, suma a su bello rostro las dosis de dulzura y delicadeza adecuadas a su personaje.
Siempre supone un inenarrable placer para el paladar cinéfilo revisionar este título esencial del fantástico europeo. Obra con la que el talento de su autor, devolvió a la deprimida Europa de posguerra su capacidad para soñar.
Hola Ricardo: Conoces la versión restaurada de "La Bella y la Bestia"? Es la única que he encontrado. La BS es de Philip Glass. Me gustaría conocer tu opinión....
ResponderEliminarTe felicito por tu blog
Hola, Virgniai:
EliminarSé que Glass compuso una ópera inspirándose en la película de Cocteau, pero desconozco la versión que me comentas. En cualquier caso, no pinta mal.
Gracias por la felicitación :)
Un saludo.
Esta versión que comentáis es la que sincroniza la ópera compuesta por Glass con el visionado de la película. Es decir, el audio que escuchamos mientras visionamos el film corresponde a la ópera que Glass concibió para ser representada a la vez que se proyectaban las imágenes sobre una pantalla en el escenario. Aunque yo prefiera la original con la estupenda pero más convencional partitura de Auric, no deja de ser un experimento interesante y que ha conseguido adeptos cinéfilos y melómanos, así que por algo será. Y sí, la película es una auténtica joya del cine. Saludos.
ResponderEliminarMe gusta, pero no quiero ser el pregonero de la legitimidad: es buena, ¿pero para 5 estrellas? creo que nos estamos yendo de mano, ¿no, ricardo?
ResponderEliminarEn fin, gracias por colgarla, muy interesante tu punto, por cierto creo que leí algo parecido en Alohacriticon.
Hola, Carlos:
EliminarA mí me parecen cinco estrellas indiscutibles, pero entiendo que muchos la vean como un producto algo cursi o desfasado. Veremos qué nos trae la nueva versión que se estrena en unos meses.
Un saludo.