Tras asaltar un tren correo y asesinar a cuatro personas, Cody Jarrett (James Cagney) y su banda se ocultan durante un tiempo en una cabaña situada en las montañas. No obstante, para evitar la cámara de gas, puesto que la policía anda tras su pista, Cody decide autoinculparse de un delito menor a modo de coartada y se entrega. Sabedores de que Jarrett fue quien realmente ideó el robo al tren, los agentes infiltran en prisión a uno de los suyos (Edmond O´Brien) para que se haga amigo del susodicho delincuente y le saque información.
White Heat es una de las indiscutibles obras maestras del gran Raoul Walsh, un impresionante e intenso ejercicio de cine negro que cuenta con la que probablemente sea la mejor interpretación de esa fiera de la pantalla que era James Cagney. Su Cody Jarrett constituye uno de los caracteres más complejos que ha dado el cine clásico norteamericano; un tipo de incontrolable personalidad psicótica que sufre fuertes dolores de cabeza y que siente total y absoluta devoción por la figura de su madre. Su padre y hermano murieron en un psiquiátrico, por lo que la sombra de la locura planea sobre él constantemente. Es por ello que su sobreprotectora progenitora lo mima y cuida hasta el último detalle.
La película, que posee una violencia inusitada para la época, está narrada con pulso vigoroso y enérgico por parte de Walsh, que vuelve a poner en práctica su habitual economía narrativa no dando lugar a ningún momento de respiro.
El contraste de luces y sombras de la brillante fotografía en blanco y negro de Sid Hickox, acentúa el carácter sombrío y opresivo de determinados pasajes del relato. Walsh también hace uso de algunos elementos meteorológicos como el viento embravecido para enfatizar el estado de convulsión en el que se encuentra la psique del protagonista.
Margaret Wycherly, Virginia Mayo y el siempre efectivo Edmond O´Brien, secundan de forma notable el colosal trabajo de un Cagney desatado.
Secuencias como la crisis que sufre Jarrett tras conocer la muerte de su madre, que da lugar a un violento y escalofriante episodio de locura en el comedor de la cárcel, o el final (¡qué finales los que filmaba Walsh!) que se desarrolla en lo alto de una central química, son un claro ejemplo del talento interpretativo de Cagney y de la maestría en la dirección del cineasta neoyorquino. Y es que el filme que nos ocupa elevó a ambos, al igual que al personaje de Cody, ¡a la cima del mundo!
Todo un clásico del film noir.
ResponderEliminarCon un Cagney desatado, en una de sus mejores interpretaciones, capaz de componer a este personaje complejo y brutal . Un film con uno de los finales más impactantes que ha dado el cine clásico.
Un saludo y felicitaciones por la entrada.
David,
ResponderEliminarTú lo has dicho, todo un clásico. Una de esas películas que ya no olvidas tras haber acometido su visionado. Por su intensidad de principio a fin, por la fuerza de su personaje principal, por su final... Vamos, que nadie debería perdérsela. Una lección de buen cine negro.
Gracias por tu comentario, estimado compañero.
Un saludo.
Un final espectacular, y qué bien estaba en la peli la bizca más guapa de Hollywood: Virginia Mayo
ResponderEliminarethan,
ResponderEliminarSiempre es un placer contemplar en pantalla a una mujer de la belleza de Virginia Mayo, aunque efectivamente fuese algo bizca. Es cierto que está muy bien, aunque en mi opinión estaba todavía mejor en otra gran obra de Walsh de ese mismo año: "Juntos hasta la muerte" (Colorado Territory).
Gracias por tu comentario.
Un cordial saludo.