Por Antonio Miranda.
‘’Os voy a colgar’’.
Obra
de gran trascendencia en la historia del western y en la propia del compositor.
La
primera escena es narrada hábilmente por el maestro ruso. Dos claras vertientes
identificadas con las dos que muestra en la composición de dicha secuencia: la
aventura épica que a punto está de iniciarse y, por otro lado, el conflicto
amoroso al despedirse de la mujer (que refleja el lado más sentimental y social
del filme), unas notas bajadas de tono y ligeramente oscuras; la agilidad del
músico, como si de un acróbata se tratara, sucede en seguida, girando este tono
trágico con el que describe a la mujer (al amor) en la despedida con el que
adopta cuando el protagonista, tras matar a uno de los indios que les atacan
(gran asociación música-imagen, con uno de los recursos que entonces comenzaban
a florecer en la música del séptimo arte, marcando golpes de cuchillo con
golpes de orquesta), descubre en su víctima la pulsera que le regaló a la dama y
que tanto dará que hablar, sutilmente, durante el metraje. Ahora, el tono ya no
es dramático, oscuro…sino todo lo contrario. Observemos la curiosa oposición
que ejerce Tiomkin: mujer en vida (música ligeramente oscura), mujer muerta
(música dulce y evocadora). Esta escena, en la que los dos amigos aguardan el
ataque de los indios, es magistral. Tensión, dramatismo, evocación y el
protagonista que, frío y rudo, opta por mantenerse vital y aislado de cualquier
tipo de sentimentalismo. Lo rechaza, lo ignora; no así la música, que ejerce de
marcada, oculta y misteriosa alma de Tom Dunson. Magistral.
La
narración de la película, a nivel musical, es de un nivel altísimo; nos
encontramos ante una pequeña odisea, una
aventura llena de singularidades y peripecias. Un ejemplo de la maravilla explicativa
que usa Tiomkin lo tenemos, igualmente, al inicio de la obra: la aparición del
chico, que llega desde la tragedia de los indios con la caravana, y su diálogo
con los dos protagonistas es, simplemente, fastuosa. Merece la pena centrarse
en este pequeño momento y aislarse en él y sus notas, el diálogo, el
pensamiento del niño. Estudiar brevemente este momento es alcanzar a comprender
cómo se va a desarrollar el trabajo del compositor ruso para Río Rojo;
recuerdos del pequeño, los repentinos golpes que recibe, la aparición de la
pistola… Todos los detalles de este par de minutos deberían ser vistos y oídos
por cualquier amante del arte en sí; cómo el compositor apoya, componiendo
absolutamente más imágenes que música, el recorrido completo de la escena. Si
tras su estudio nos atreviéramos a escuchar, sólo escuchar, la secuencia, todos
seríamos capaces de narrarla exactamente como sucede en la película sin
necesidad de tener las imágenes delante.
Dimitri Tiomkin.
En
el filme quedan intercalados pequeños momentos de intensidad más intelectual
que aventurera, si bien este último matiz es el principal en la obra de Howard
Hawks y se hace mayor cuando la caravana de ganado parte hacia Missouri. Aquí
es donde Tiomkin desgrana al máximo el uso del tema principal de la película,
directo, sencillo y optimista y versionado, a partir de aquí, en todo momento.
La música, definitivamente, cuenta, explica y deja los momentos más
trascendentales, siempre dialogados, al silencio. En mi opinión, los únicos en los
que el compositor se adentra en los personajes, concretamente en el principal,
es al inicio, antes comentado, sobrepasando la linde de la imagen, y cuando es
desnudado de sus poderes por los hombres que le acompañan. Aquí, Tiomkin usa
una metodología próxima a la escena inicial en la que muere el indio y ve la
pulsera de su mujer. Ahora no golpea, ahora hiere con la orquesta. ‘’Os voy a
colgar’’. Esta escena, musicalmente hablando muy poderosa, resume el recorrido
de Tom Dunson durante toda la película y ‘’grita’’ el drama interno que el
ganadero sufre y que jamás saldrá de su propio interior. Tiomkin mata a Dunson,
así, drásticamente, sin contemplaciones, arañando su alma, mostrándola al
intrépido y atento espectador y se mete al tiempo en las mentes y deseos de su
ahijado y compañeros, que no lo hacen, que no disparan sobre él, apiadándose de
su vida casi de forma inexplicable. Es extraordinario cómo el compositor acaba
con Dunson que, al tiempo, sigue vivo y presente en la película de forma casi
fantasmagórica. Una metafórica y maestra forma de componer cine y que, en este
caso, adelanta el final gracias a la gran composición del maestro Tiomkin.
En
resumen, composición estudiada y muy cuidada basada casi por entero en
múltiples variaciones de un tema principal y con pequeños toques de
magnificencia con los que Dimitri Tiomkin guía y resume los aspectos más
intensos del filme.
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